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If God was Black…
…All World change, the song says. In this earthly world, what seems to be is that the next United States President will be black. Now that for the first time in history, the possibility is within reach, how much would change if Obama at the always white White House? And how much of the change would we feel in these tropical lands?
Por: César Rodríguez-Garavito (Retired in 2019) | June 16, 2008
La sola victoria de Obama en las primarias demócratas ya ha cambiado mucho. Dentro de Estados Unidos, significa ver a los ojos la profunda realidad del racismo y apostarle a la renovación del Partido Demócrata. Porque la caída del clan Clinton es también la del ala del partido que intentó, desde la Presidencia de Bill, competir con los republicanos tirándose a la derecha, es decir, intentando parecerse cada vez más a estos. Es el posible regreso de la centro-izquierda gringa que Bush y la derecha evangélica creían haber derrotado para siempre.
Pero el cambio más drástico puede ser hacia fuera de Estados Unidos. Ante el desastre del unilateralismo envalentonado de Bush (ese que nos trajo la guerra engañosa de Iraq, Abu Ghraib y Guantánamo), Obama promete el regreso al sentido común del multilateralismo y la diplomacia, comenzando por el retiro de las tropas de Iraq.
Como lo dijo Thomas Friedmann en su columna del New York Times, es posible que “la nominación de Obama… haya hecho más para mejorar la imagen internacional de Estados Unidos… que todo el trabajo diplomático de Bush durante los últimos siete años”. De ahí la Obamamanía que se ha despertado alrededor del mundo.
En África y Medio Oriente, el color de la piel, el nombre (Barak Hussein) o la herencia musulmana por vía paterna de Obama tienen a todos haciéndole barra. En Europa no ven la hora de que se vaya Bush y llegue alguien que represente la “esperanza de su país y la paz en el mundo”, como lo dijo el Alcalde de París. Alguien que renueve la vieja imagen amable de Estados Unidos como tierra de oportunidades abiertas. Y en América Latina le hacemos fuerza a cualquiera que nos devuelva la fe en la competencia democrática y haga el esfuerzo de escuchar.
En Colombia, el Gobierno le estará apostando a McCain y a la continuación de la alianza con la línea dura de Bush. Pero muchos otros preferiríamos la línea más moderada de Obama, que al menos promete tratados comerciales y ayuda internacional más balanceados. Y que puede hacer que las políticas para las comunidades afrocolombianas sean de largo plazo, y no una estrategia temporal para asegurar los votos de los congresistas negros en Estados Unidos a favor del TLC.
Ese será el tono mundial de aquí a las elecciones de noviembre, cuando Obama debe cobrarle a McCain la recesión económica y la impopularidad sin precedentes de Bush.
Lo que venga después, si llega a la Presidencia, está por verse. Es posible que la Obamamanía, como todos los delirios, sea un disparate. Como lo escribió el editor de la revista alemana Die Zeit, “una ilusión óptica puede estar influyendo nuestro estado de ánimo: la imagen ilusoria y reconfortante de que el verdadero problema no es Estados Unidos sino George W. Bush. Y que ahora que se va el ‘vaquero’ y llega el ‘Cambio y la Esperanza’, todos podemos volver a querer a Estados Unidos”.
Yo prefiero pensar con el deseo, volver a creer en la política y hacerle fuerza a Obama. Por lo menos hasta noviembre.