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Lunatic Passion

The campaign “Colombia is Passion” tends to promote an insignificant patriotism of tricolored bracelets and red hearts.

Por: Nelson Camilo Sánchez LeónDecember 4, 2009

Hace unos meses, un intelectual mexicano fue entrevistado en un programa de televisión sobre distintos temas de actualidad internacional. Una de las preguntas fue: ¿Qué opina de la campaña “Colombia es pasión”? Su respuesta fue lapidaria. “Precisamente, creo que ese es el problema: ¡Colombia es demasiada pasión!”, contestó el entrevistado.

Este comentario me hizo recordar la alegría desbordante que se esparció en Colombia el día del famoso cinco a cero y el saldo trágico que nos dejó. Ganamos un partido de fútbol y, como consecuencia, varias personas murieron en los festejos y otros cientos terminaron heridas.

Me acordé también de las tantas veces que tuve que explicar a amigos extranjeros el por qué un jugador de futbol había sido asesinado por anotar un autogol, o el por qué mi vecino echaba la bala cada vez que Montoya llegaba primero en una carrera de la Fórmula Kart.

Lamentablemente, nuestro exceso de pasión no es una cuestión del ayer; está tan vigente hoy como lo estaba cuando la selección ganaba partidos o cuando Montoya terminaba las carreras. Tristes testigos de ello son los dueños de los vehículos y locales comerciales cercanos al estadio al Campín que fueron atacados hace pocos días por docenas de aficionados albirrojos que “celebraban” apasionadamente que Santafecito había ganado un torneo de fútbol; uno de tan poca importancia que tal vez sólo los hinchas más fieles del cuadro cardenal se acuerdan de su nombre.

Pero no es que podamos achacarle esta loca pasión exclusivamente al fútbol. En nuestro país parece que hasta los reinados provocan disturbios. De hecho, según la Secretaría de Salud de Cartagena, las pasadas fiestas de la Heroica concluyeron con más de 9.000 heridos.

La cuestión tampoco se reduce a las celebraciones masivas en donde hay aguardiente de por medio. En los más variados escenarios sociales sale a relucir esa pasión intemperante. Los foros de discusión de los medios de comunicación son la muestra más evidente de esto.

Por ejemplo, si una columnista hace una afirmación crítica del gobierno, inevitablemente le caerá con insultos un nada despreciable número de internautas, en donde por bajito le dirán guerrillera o terrorista. Si por el contrario, la columnista lo que hace es una defensa de cualquier política estatal, a las pocas horas su columna estará acompañada de un número similar de insultos, en donde no la bajarán de narco-paraca y asesina.

No niego que hay pasiones virtuosas que alimentan el espíritu creativo de la sociedad y dan plenitud al individuo. Lo que quiero recalcar es que este tipo de pasión violenta al que me refiero ha tenido consecuencias sociales y políticas muy desastrosas.

Con esa pasión se radicalizan las posiciones, se aumenta la polarización y se obstaculiza el diálogo racional. Esta pasión no es más que alimento de fundamentalismos sociales, políticos, religiosos y hasta deportivos. Por eso es que no entiendo por qué tanto orgullo en darle la vuelta al mundo para ufanarnos de ello cuando el mensaje es tan confuso.

Es más, me temo que campañas como la de “Colombia es Pasión” tienden a perpetuar esas conductas violentas al promover ese patrioterismo sin significado de manillitas tricolor y corazones rojos. Ese patrioterismo que reza que todos los colombianos somos unos verracos – como dice la reina – o una chimba, como dice Juanes. Que somos especiales, más inteligentes y mejores que otros solamente por haber nacido en esta tierra y que por eso podemos imponer nuestras creencias o posiciones y celebrar nuestras alegrías como nos venga en gana.

Me pregunto: ¿Realmente es eso lo que queremos transmitirle al mundo y lo que queremos promover como Nación? Tal vez vale la pena que lo debatamos, eso sí, sin ninguna clase de apasionamientos.

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