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Well appointed judges

Being appointed to the US Supreme Court is almost as big an honor as being buried in the Panthéon in France. The only difference is people appointed to the Court are still alive.

Por: Mauricio García VillegasJune 6, 2009

LLEGAR A LA CORTE SUPREMA DE los Estados Unidos es un honor casi tan grande como el que tienen aquellos que son enterrados en el Panthéon de Francia, con la diferencia de que cuando llegan a la Corte todavía están vivos.

Justamente por eso, porque esa nominación se parece mucho a una especie de canonización, los nominados deben probar, a lo largo de un intenso debate público en el Congreso y en los medios de comunicación, que tienen muchos méritos y que nunca han cometido grandes faltas graves.

A ese debate está sometida Sonia Sotomayor, quien el pasado 26 de mayo fue nominada por el presidente Obama para reemplazar a David Souter en la Corte Suprema de los Estados Unidos. Sotomayor es una jueza federal de los Estados Unidos; tiene 54 años de edad, es hija de padres puertorriqueños, nació en el Bronx de Nueva York y se graduó como abogada en la Universidad de Yale.

Para llegar a la Corte, Sotomayor debe obtener la confirmación del Senado. Allí tiene el apoyo del Partido Demócrata y, en principio, no cuenta con la simpatía de los republicanos. Sin embargo, estos últimos se encuentran en una situación incómoda y eso debido a que si no apoyan la candidata de Obama, que es latina, pierden buena parte de los votos que todavía les quedan en la comunidad hispana.

Por eso, Sotomayor parece tener todas las posibilidades de ganar en el Senado. Las críticas que ha recibido hasta el momento son casi irrelevantes (que en una conferencia hace algunos años dijo que los jueces a veces crean derecho; o que también dijo que ella piensa que una jueza latina entiende mejor los casos de minorías que un juez blanco… en síntesis, nimiedades).

Pero Sonia Sotomayor todavía no tiene su puesto asegurado. Son muchos los republicanos que en este momento están dedicados a escudriñar hasta los más mínimos detalles de su hoja de vida, con la esperanza de encontrar algo impresentable, un escándalo, incluso algo personal, que la derrumbe ante los ojos de la opinión pública.

Qué diferencia con la manera como se nombran los magistrados de la cúpula judicial en Colombia. Aquí, el Presidente no siente el menor escrúpulo en escoger candidatos que no tienen experiencia judicial, ni méritos para desempeñar el cargo (para no hablar de asuntos más delicados). Peor aún, a la gran mayoría de los ciudadanos les tiene sin cuidado que el Presidente haga eso.

El abuso del poder nominador del Presidente y, en general, la falta de transparencia en la nominación y elección de los altos funcionarios del Estado, sólo pueden evitarse si los medios de comunicación y la ciudadanía se toman en serio —mucho más en serio— la tarea de escudriñar a fondo el pasado de los candidatos y de evaluar sus competencias para desempeñar los cargos.

Muchas veces copiamos cosas de los Estados Unidos que no deberíamos copiar. En este caso, deberíamos imitar no sólo la costumbre política y ciudadana de investigar a fondo la hoja de vida y las ideas de los candidatos para ocupar altos cargos públicos, sino también la reciente práctica de nombrar miembros destacados de las minorías.

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