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La Comisión de la Verdad acaba de entregarle al país su Informe Final, un momento propicio para reconocer el trabajo hecho por otros estudiosos de la violencia y reflexionar por qué, a pesar del extenso conocimiento que tenemos del conflicto, no se ha logrado una transformación profunda.
Por Carolina Gutiérrez Torres*
Fotos: Portadas y archivo El Nuevo Día

  • Periodo de investigación de los hechos:
    1949 - 2014

  • Año de publicación:
    1958, 1987, 2013, 2015

  • Contexto:
    Conflicto armado interno, desde la violencia partidista entre liberales y conservadores, el surgimiento de las guerrillas, grupos paramilitares y acciones del Estado.

En Colombia llevamos por lo menos 70 años intentando comprender por qué no paramos de matarnos los unos a los otros. Desde 1958, comisiones de expertos en violencia -políticos, sacerdotes, académicos y militares; sociólogos, historiadores y politólogos- se han reunido para narrar, analizar, cuantificar y recomendar salidas al horror. Por lo general, han sido los gobiernos los que han creado estas instancias en momentos de quiebre, de coyunturas críticas del orden.

Las comisiones de la violencia, como se les ha llamado a estos grupos, han permitido "representar, narrar y tramitar lo que nos ocurre dentro de la guerra misma", dice en un artículo el sociólogo Jefferson Jaramillo. Y han construido unas narrativas que, en palabras de Jaramillo, alimentan "visiones de país y nutren procesos de manufacturación de la historia nacional". El resultado de la mayoría de esas comisiones han sido informes que han ido develando, capa tras capa, lo que somos y lo que hemos hecho; lo que no deberíamos volver a permitir.

1958

La llamaban "La Investigadora" pero su nombre oficial era la Comisión Nacional Investigadora de las Causas y Situaciones Presentes de la Violencia en el Territorio Nacional. Fue creada por instrucción del gobierno en plena transición al Frente Nacional. No produjo un informe "porque los comisionados no lograron ponerse de acuerdo, había mucha tensión", dice la historiadora Fernanda Espinosa. En cambio, sí logró avanzar en unos acuerdos de pacificación: 52 pactos, manifiestos y declaraciones que, en muchos casos, se quedaron en el papel, dice Espinosa. 

Develó la tanatología de la violencia: cómo se estaban matando liberales y conservadores. "Puso en evidencia, de manera descriptiva y fotográfica, lo que había pasado. Eso fue muy importante porque en ese momento la violencia era esencialmente rural; muy distante y lejana para la gente de las ciudades", dice Gonzalo Sánchez, historiador. "Nos dimos cuenta de que a la gente no solo la mataban, sino que la mataban apelando a prácticas horrorizantes, por ejemplo, les sacaban la lengua por la garganta (lo que se conoció como el corte de corbata). Puso de presente el uso masivo del terror", explica el sociólogo Max Yuri Gil. 

Develó que la violencia bipartidista estaba desbordada. Que era necesario darle cierre a ese capítulo cruel y sanguinario que dejó un total de 134.820 personas asesinadas entre 1949 y 1958, como señala el libro "La Violencia en Colombia" (1962-1963), escrito por Orlando Fals Borda, Eduardo Umaña Luna y monseñor Germán Guzmán Campos, quien había hecho parte de la Comisión y aportó muchos de sus archivos. En palabras de Rodrigo Uprimny, abogado e investigador de Dejusticia, este libro marcó un "hito en los estudios de violencia en Colombia" y representó un "golpe académico y político muy fuerte" porque, tras la reducción de la violencia con el Frente Nacional, "había la tentación de olvidar y no documentar nada". 

1987: "Colombia, violencia y democracia"

El gobierno de Virgilio Barco ordenó la creación de la Comisión de Estudios Sobre la Violencia: un grupo esencialmente de académicos, bautizados por los medios de comunicación como "los violentólogos". 

Ya el país había transitado de la lucha bipartidista a la lucha antisistémica, insurgente, de guerrillas. "Este informe no apuntó tanto a describir sino a interpretar el porqué. Concluyó que aquí no hay una violencia sino múltiples violencias cruzadas y, entre esas, hay una que juega el papel hegemónico: la política y antisistémica", explica Gonzalo Sánchez, integrante de esta Comisión. 

"La gran novedad es que señala que en Colombia está matando más gente la ley de la calle que la guerra del monte. Se quería mostrar el creciente impacto del narcotráfico y las violencias urbanas", explica Max Yuri Gil. Rodrigo Uprimny lo resume así: "el mensaje más fuerte que salió de este informe es que hay muchos tipos de violencias y que la violencia que más mata no es la del conflicto armado. Esto abrió otra manera de comprender la violencia en Colombia".

Este informe develó la necesidad de caminar hacia una paz negociada con la insurgencia, de ampliar la democracia, como ocurriría con la nueva Constitución de 1991. 

2013: "Basta ya"

Este informe le dijo al país que 220.000 personas habían perdido la vida durante el conflicto armado entre 1958 y 2012. Le puso números a la degradación de la guerra. Fue creado por 21 especialistas de la violencia, reunidos en el Grupo de Memoria Histórica que fue la génesis del Centro Nacional de Memoria Histórica - CNMH. Surgió del proceso de desmovilización de los paramilitares. Su misión era indagar sobre las causas y dinámicas del conflicto armado, y proponer unas recomendaciones para parar la confrontación.

El "Basta ya" fue resultado de un cúmulo de informes sobre casos regionales y fenómenos emblemáticos que, por primera vez, ahondaron en las diferentes formas de victimización que había engendrado el conflicto armado colombiano: desplazamiento, desaparición forzada, violencia sexual, masacres. Fue, también, el primer informe que se contó a través de la voz de las víctimas, que visibilizó sus resistencias. La llegada del gobierno de Juan Manuel Santos abrió, además, la posibilidad de que este informe no solo mirara al pasado sino que ampliara su perspectiva a una negociación de paz, como explica Rodrigo Uprimny.

Develó, a través de una gran base de datos que recogió cifras dispersas de varias fuentes, "la magnitud del sufrimiento humano, y las rupturas morales y sociales que se habían cometido -dice María Emma Wills, politóloga y exasesora del CNMH-. Sus recomendaciones fueron una apuesta por la democratización". Develó, además, la enorme polarización enquistada en el país. Sectores de la Fuerza Pública lo tildaron de sesgado. No lo reconocieron.

2015: "Contribución al entendimiento del conflicto armado colombiano"

Durante las negociaciones de paz entre el Gobierno y la guerrilla de las FARC-EP en La Habana, la exguerrilla alentó la creación de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, que permitiera una mayor comprensión del conflicto armado a través de la mirada de 12 expertos nombrados por ambas partes. No se logró una síntesis, un acuerdo. Al contrario: este informe mostró los disensos que existen sobre el origen y las causas del conflicto armado en Colombia.  

Son 12 miradas independientes y dos relatorías que pretendían recoger lo dicho. "Esos 14 ensayos son una encarnación de las batallas de la memoria", dice María Emma Wills. "La gente es muy crítica porque le parece un desastre que no se hayan podido poner de acuerdo -dice Max Yuri Gil-. Sin embargo, ahí están los puntos clave de la caracterización del conflicto: tierras, sistema político, narcotráfico…".

"Este informe tiene un valor, sobre todo, político. El Estado reconoce que para poder negociar había que aceptar diferentes miradas e interpretaciones del conflicto", señala Gonzalo Sánchez.

 

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Somos un país que ha intentado, desde hace mucho, comprender por qué no para el desangre, por qué seguimos en el bucle de la violencia. Aquí están solo las iniciativas oficiales de impacto nacional, pero son muchos, muchísimos más, los informes que han producido la academia, las víctimas y las organizaciones de la sociedad civil, para recoger las memorias de la guerra, entender sus dinámicas y sus impactos, narrar las formas en que la gente ha resurgido. 

Por ejemplo: está el informe "Pacificar la paz" (1992), que propuso una reflexión sobre el proceso de paz con el Ejército Popular de Liberación (EPL) y sobre la paz regional. O el informe que publicó en 2010 la Comisión de la Verdad sobre los hechos del Palacio de Justicia, creada por iniciativa de la Corte Suprema de Justicia para ayudar a esclarecer lo que ocurrió los días 6 y 7 de noviembre de 1985, cuando ardió el Palacio tras una toma del M19. O el informe "La verdad de las mujeres. Víctimas del conflicto armado en Colombia", que la Ruta Pacífica de las Mujeres le presentó al país en 2013, como un grito de las mujeres para evidenciar las violencias específicas que habían recaído sobre ellas. 

Si es así, ¿por qué nos seguimos repitiendo? ¿Por qué no hemos logrado una transformación profunda? Según Max Yuri Gil, una de las respuestas está en no haberle podido poner punto final al conflicto armado. Dice, además, que este país tiene un vacío en su capacidad pedagógica de transformación cultural; un vacío "muy propio de países que han vivido guerras civiles largas, degradadas, crónicas, que se han normalizado". 

Para Rodrigo Uprimny, la respuesta está en varias direcciones: "porque los actores que podrían tener la clave para evitar la repetición no toman las decisiones que se deben tomar", por el "negacionismo", porque "el conflicto armado objetivamente es complejo y hay factores sobre los cuales no tenemos tanto control como país, como el narcotráfico", por "la resistencia de las élites a las reformas sociales y políticas más profundas" y porque siguen vivas "economías criminales, vinculadas al narcotráfico, que permiten el reciclaje de actores armados fácilmente". 

A esto, habría que sumarle la necesidad de mayor difusión y pedagogía del enorme conocimiento que ya tenemos. 

Llegó el momento, entonces, de preguntarnos cómo dar un paso más allá de la comprensión de lo que nos ha sucedido.

*Autora: Carolina Gutiérrez Torres

Periodista de la Universidad de Antioquia, a la espera de la ceremonia de grado de la maestría en Estudios Políticos de la Universidad Nacional de Colombia. Lleva 13 años trabajando en periodismo escrito e investigativo, con énfasis en derechos humanos, conflictos ambientales, sociales y armados. Después de trabajar ocho años en medios de comunicación se vinculó a organizaciones y entidades dedicadas a la investigación y la defensa de los DDHH, como Dejusticia, el Centro Nacional de Memoria Histórica y la Comisión de la Verdad.

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