Junto a la excomisionada Lucía González recorrimos Hay futuro si hay verdad: de la Colombia herida a la Colombia posible, la exposición que interpela sobre la verdad del conflicto armado y sintetiza cerca de 11.000 páginas del Informe Final de la Comisión de la Verdad. | Foto: Diego Zambrano Benavides
Recorrimos la exposición sobre el conflicto armado colombiano con una excomisionada de la verdad
Por: Diego Zambrano Benavides | marzo 28, 2024
El informe final de la Comisión de la Verdad se llama ‘Hay futuro si hay verdad’. Ese informe, en su versión escrita, tiene 9.080 páginas, solo contando sus tomos principales. Si a eso sumamos los anexos y otros casos de igual importancia, que se refieren a investigaciones sobre hechos, momentos o afectaciones específicas del conflicto armado en alguna región colombiana, el número de páginas se acerca a las 11.000. Y, pese a que parece un volúmen abrumador para la lectura, si tenemos en cuenta que allí se trata de explicar el porqué de más de 60 años de guerra, quizás no resulte tan desproporcionado e incluso puede que se quede corto.
Resumir. De eso se trató el trabajo de la Comisión de la Verdad. Resumir para explicar y presentarle al país recomendaciones que nos permitan salir del conflicto armado. Explicar para comprender y contribuir a que en cada rincón de Colombia se encuentre la paz. Y de ese resumen de hechos, patrones y factores de persistencia, hay otro resumen. Un resumen más relacionado con el legado que dejó la Comisión; uno que quizás permite digerir mejor tanta información a través de un recorrido visual y sonoro. La exposición, en un museo, de ese informe final, a la que se ha llamado ‘Hay futuro si hay verdad: de la Colombia herida a la Colombia posible’.
Lucía González, excomisionada de la verdad que lidera este proyecto, explica que se trata de una “exposición que amerita ser vista, oída y sentida”. Eso es precisamente lo que se puede hallar al llegar al lugar donde se encuentra, en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación de Bogotá: un recorrido surcado por contenidos audiovisuales que estremecen, cifras sobre la violencia que impactan y un entramado de hechos en los que es fácil perderse, pero para los que hay personas mediadoras que se encargan de guiar los caminos, trazados en colores, por los que se puede navegar en los hallazgos que encontró la Comisión de la Verdad durante su mandato. También hay una cartografía territorial para comprender las complejidades del conflicto armado en 10 subregiones del país.
Una de las salas es mucho más interactiva. En ella, además de exponer las recomendaciones de la Comisión de la Verdad, se configura un espacio en el que se le da sentido al título de la exposición, porque después de pasar por la información global, en este espacio se permite a las personas dibujar, crear e imaginar “la Colombia posible” después de décadas de guerra.
A través de la página web de la exposición se pueden programar visitas en grupo y conocer a detalle cómo está diseñada. Conversamos con Lucía González, quien nos contó por qué es importante visitar la exhibición y cómo contribuye para el contexto actual del país, en el que el propósito de una “Paz Grande”, a la que se refería Francisco de Roux, aún está en construcción.
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¿Cómo surge la idea de hacer esta exposición?
Lucía González: “La hemos entendido como otro dispositivo pedagógico. Nosotros nos propusimos, como Comisión de la Verdad, traducir 11.000 páginas del informe final a muchos lenguajes, transformarlo de muchas maneras para que llegue a la mayor cantidad de personas. En el decreto que nos creó esta exposición estaba prevista para estar en el Museo de Memoria de Colombia. A lo largo de este año, la exposición va a estar acompañada de una agenda de activaciones que ponen en diálogo sus contenidos. Talleres, seminarios, conversatorios, conciertos y teatro. Todo lo que sea posible y enriquezca el diálogo”.
Los acoge el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, pero lo ideal era que para este momento estuviera el Museo de Memoria de Colombia…
L.G: “Los ciudadanos de a pie seguimos sin saber por qué lleva tanto tiempo de retraso. Hubiéramos querido que el Centro Nacional de Memoria Histórica nos recibiera de entrada con esta exposición, pero tampoco fue posible. Y pensamos que no deberíamos demorarnos, porque este es un tema que el país está necesitando, que esta es una pedagogía necesaria para seguir empujando la paz. El Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, que es el centro de las víctimas en Bogotá, dispuso este espacio por un año, que es un acto de generosidad que agradecemos, así como el respaldo de la Alcaldía de Bogotá. Esperamos que terminen algún día el Museo de Memoria de Colombia y que podamos llevarla allí para que haga parte de ese relato nacional de la memoria”.
¿Cuándo comienza a pensarse en esta exposición? ¿Fue antes o después de la entrega del informe final, en junio de 2022?
L.G: “Empezamos antes. Teníamos que identificar los ejes fundamentales que había que reseñar. Y, por supuesto, una vez cerramos el informe, nos dedicamos a hacerlo posible. Llevamos casi tres años trabajando en esta exposición. Resumir 11.000 páginas, ser muy fiel a lo que dijo la Comisión, no es sencillo. Esta no es solo una versión hecha por Lucía González, sino que fuimos respetuosos con toda la información presentada hace casi dos años en el informe final”.
¿Cómo se dio la participación de los excomisionados? ¿Cómo fue el diálogo para construir la exposición?
L.G: “Hay comisionados que nos ayudaron muchísimo. Por ejemplo, Marta Ruiz, quien estuvo al frente del relato histórico en el informe, fue importante para encontrar una manera de sintetizar, porque esta tarea es compleja. ¿Qué es lo que hay que dejar? ¿Qué se puede eliminar?
Nos ayudaron mucho también Tania Rodríguez, quien fue la directora de territorios, y el excomisionado Alejandro Valencia, que fue quien estuvo al frente de la investigación de todas las violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario. Fuimos pidiendo en su momento la colaboración de personas específicas de acuerdo al rol que desempeñaban en la Comisión. Por supuesto, también hubo un equipo importante de museógrafos, de diseñadores gráficos y técnicos, entre otros profesionales que lo hicieron posible”.
¿Cuál es el impacto que se quiere lograr en aquellas personas que visiten la exposición?
L.G: “Queremos que, a través de esta exposición, lleguen muchos públicos que no se han asomado al informe de la Comisión, o que se han asomado de manera marginal. Especialmente queremos que vengan los jóvenes, estudiantes de colegios y universidades, para que se aproximen de una manera un poco más sencilla y se conmuevan. Lo que queremos es que la gente se pregunte, ¿qué tengo que hacer yo?, ¿qué es lo que cada uno de nosotros debería hacer para construir condiciones para la paz? Siempre hemos creído que la guerra es algo lejano y que la paz solo la hace el Gobierno, pero es importante entender que la guerra se construye como sociedad. La paz se construye por una consciencia colectiva que genera condiciones políticas, económicas, sociales, culturales, de actitud y de palabra también”.
¿De alguna manera, esta exposición representa la materialización del legado de la Comisión de la Verdad?
L.G: “Sí, porque el legado es poner en manos de la ciudadanía todos los conocimientos que acumulamos en la Comisión. Aquí tenemos una exposición que tiene muchos niveles de lectura. Si uno se quiere sentar a profundizar, puede estar aquí varios días. Pero si quiere hacer un recorrido rápido, también está diseñado para que al menos se salga con una idea clara. Y tenemos unos mediadores instruidos para acompañar diversos tipos de públicos, porque no es lo mismo contarle a jóvenes que a personas que tienen extensa formación y se especializan en el conflicto armado. Entonces esta exposición está diseñada para acoger y servir a varias miradas”.
¿Cómo ayuda una exposición a entender un país como Colombia, sobre todo en un momento en el que se está buscando la paz en varios frentes?
L.G: “Ayuda en la medida que logremos, con esta exposición y sus otros dispositivos, que la gente entienda que el conflicto armado no es un asunto de unos malos que matan a unos buenos, como dijo una vez cierto ministro de Defensa, o que no es un asunto de los guerrilleros y los paramilitares con el Estado, sino que por ahí pasamos todos.
Hay aspectos culturales que han permitido que el conflicto se instale y se reproduzca; hay decisiones políticas y económicas que han perpetuado el conflicto. Entonces, si logramos que se entienda la complejidad de lo que genera un conflicto y lo mantiene, ya hemos avanzado, porque dejamos de pensar que eliminando a unos u otros vamos a resolver el asunto. La comprensión puede ambientar, por ejemplo, un anhelo como la Paz Total. Puede ambientar una salida negociada al conflicto armado, que es tan importante de posicionar.
Lo segundo, y muy importante, es ayudar a entender que tenemos parte en la solución. Nosotros tenemos que transformar las condiciones que nos llevaron y nos mantienen en la guerra. ¿Cómo deconstruimos el racismo, el clasismo, el patriarcado, esa idea de la eliminación del otro que consideramos enemigo? ¿Cómo nos apegamos a la ley y al Estado de manera más armónica? La intención, en últimas, es que la gente se comprometa con la paz de Colombia.
Esperamos que esta exposición ayude en esos propósitos, que la verdad sirva y que la movilización que pretendemos hacer aquí sume en ese proyecto de paz que tiene el país”.
¿Por qué los colombianos que tengan la oportunidad deben visitar esta exposición?
L.G: “Creo que cada ciudadano tiene la obligación de comprender el territorio donde vive y eso es lo que estamos tratando de mostrar. En Colombia hay muchas cosas que nos atraviesan y de las que no somos conscientes. Vivimos en un estado de confrontación y de relaciones cotidianas que están atravesadas por el conflicto armado. Basta ver las conversaciones por WhatsApp para entender que hay algo que no funciona bien, porque no podemos dialogar tranquilamente, no podemos hacer de la deliberación un espacio de conocimiento. Uno es ciudadano en la medida en que se compromete con la resolución de los problemas de su ciudad y su país. Solo alguien comprometido puede sentir la satisfacción de ser ciudadano y tiene el derecho a reclamar.
Estar informado sobre lo que pasa en Colombia es un asunto fundamental, que además nos ayuda a comprender. Cuando uno comprende, empieza a entender que hay que construir equidad, que hay que entregar tierra a los campesinos, que la impunidad no puede prolongarse; cuando se comprende, se deja de enjuiciar y más bien se buscan salidas”.