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«Investigación universitaria muestra latente racismo en algunas discotecas de Bogotá»: El Tiempo
Por: Dejusticia | Octubre 15, 2008
Los dueños de las disotecas se defienden de las acusaciones de racismo: «Porque devolvemos una vez en un año a cuatro negros hay una denuncia». Las autoridades invitan a que la gente no calle estos hechos.
Conscientes que el color de piel podía ser un factor a la hora de entrar a una discoteca, cinco estudiantes de Derecho de la universidad de Los Andes realizaron un trabajo de campo para comprobarlo.
Junto a siete afrodescendientes (entre ellos dos mujeres estadounidense y el periodista de RCN, Jefferson Asprilla), visitaron el pasado 19 de abril dos reconocidos establecimientos de la Zona Rosa y del Parque de la 93 -Gavanna y Genoveva-.
Con audios y fotografías documentaron el rechazo del que fueron víctimas.
Una de las participantes recuerda que la velocidad con la que se movía la fila de entrada se frenó cuando llegó el grupo afro.
«Después de la última persona mestiza, el bouncer -persona encargada de regular el ingreso- interpuso el cordón de la entrada, habló con alguien a través del intercomunicador y nos dijo que no podíamos ingresar porque había una fiesta privada y necesitábamos un carné para ingresar». Al manifestar que podían adquirir el documento, les dijeron que al interior se festejaban las bodas de plata de una pareja, y que esa era la razón para no dejarlos entrar.
Luego Fatimah Williams, una de las norteamericanas, comenzó a hablar en inglés con su amiga y asegura ahí sí les permitieron ingresar.
«Decían que buscaban clase en la clientela, y aquí tener clase es
tener el pasaporte azul en la frente», afirma esta socióloga, que adelanta su investigación doctoral en políticas públicas para negritudes.
En Genoveva, cuentan los afectados, les querían cobrar un cover de 30 mil pesos bajo la excusa que el lugar estaba alquilado para una fiesta privada, pero dos investigadoras «blancas» entraron y descubrieron que el sitio estaba casi vacío.
Dueños se defienden
Antonio Turbay, socio de Gavanna y Genoveva, dice que «el bar es abierto a todo tipo de personas» y que el incidente ocurrió porque los bouncers no tienen autorización para permitir el ingreso de personas sin la aprobación del filtro o de los socios, que en ese momento no se encontraban.
El público que asiste al lugar es, según algunos de sus copropietarios, el de personas «chéveres», «relajadas» y parejas. Objetan a ‘traquetos’, mujeres que consideren ‘prepago’ -usualmente acompañadas de extranjeros- o grupos de hombres solos. Turbay asegura que ni él ni su bar son racistas, que tiene amigos negros y que se crió con muchos de ellos en su casa de las Islas del Rosario.
Cuestiona, además, la actitud del grupo, a quien finalmente se les permitió la entrada, y reconoce que cumplían con el filtro. «Si no hubieran sido agresivos habrían ingresado sin problema. Ellos tienen su moda y le habrían dado cierto tinte tropical al bar», dice.
Juancho Méndez, otro de los socios, también niega que su bar sea racista. Asegura que sí había una fiesta de los papás de uno de los socios y cree que el incidente está inflado. «¿Por qué no hay denuncias de los blancos que no dejamos entrar, que sí son muchos? Porque devolvemos una vez en un año a cuatro negros hay una denuncia».
Denunciar, la clave
Olga B. Gutiérrez, directora del Instituto de la Participación y Acción Comunal, dice que es importante denunciar los abusos. «Si no, no habrá una cultura jurídica que haga punibles esas prácticas».
Una sentencia de la Corte Constitucional sobre un sonado caso de racismo contra un par de hermanas en discotecas de Cartagena en 2004, estableció que ni la raza, el estatus o el nivel socioeconómico pueden justificar el rechazo.
Fuentes de la Personería aseguran que las denuncias sobre actos discriminatorios son mínimas. La última fue hace dos años y fue interpuesta por un estadounidense contra el bar Atmósfera.
Sin embargo, uno de los datos más alarmantes del trabajo de campo es el de la responsabilidad de los ciudadanos dentro de los procesos de discriminación. «Ellos la ejercen de manera pasiva, pues nunca protestan porque se presentan estos hechos», finaliza otro de los estudiantes.
Los afro no aceptan que los discriminan
En el caso de Bogotá el racismo no se manifiesta usualmente de maneras violentas, sino dentro de prácticas más sutiles. El Observatorio de Discriminación Racial de Los Andes, dirigido por César Rodríguez, ha recopilado información sobre rechazo de hojas de vida de personas afrodescendientes, persecución de éstas en almacenes y tiendas mientras compran e insultos y discriminación a la hora de acceder al transporte público.
Una de las prácticas más preocupante es la de las trabas a la hora de buscar casa. Según algunos de los 10 denunciantes, les suben el precio del inmueble respecto al publicado, les hacen preguntas adicionales en los formularios o les dicen que los apartamentos ya han sido arrendados y los letreros de oferta continúan puestos. «Esto permanece en el silencio».
La gente tiende a asimilar esas situaciones como normales en lugar de denunciarlas», afirma Rodríguez.