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Jaque al DIH
Por: Rodrigo Uprimny Yepes | agosto 18, 2008
DESPUÉS DE TANTOS ACTOS FEROces de las Farc, como la reciente bomba en Ituango, el abuso del emblema de la Cruz Roja en la ‘Operación Jaque’ puede parecer un hecho menor y disculpable, que no ameritaría siquiera un nuevo comentario. Sobre todo si se tiene en cuenta que ese operativo logró, sin un tiro, la liberación de secuestrados que llevaban años en poder de las Farc en condiciones atroces.
En términos del vicepresidente Santos, las críticas por la utilización del emblema serían “una franca estupidez”. Pero no creo que sea así; el Estado desconoció el Derecho Internacional Humanitario (DIH). Y eso es grave, no sólo porque esa violación al DIH dificulta las labores humanitarias en una guerra que persiste, sino además porque legitima la idea de que para derrotar a las Farc es posible violar la legalidad y en especial el DIH.
Por ello conviene discutir las diferentes justificaciones que se han dado para minimizar la gravedad del hecho. En un documento en la página web de DeJuSticia se analizó con algún detalle esas justificaciones. En esta columna, y por razones de espacio, me limito a discutir la tesis de quienes consideran que en el fondo se trató de una conducta legítima, pues sería propio de la guerra engañar al enemigo.
En esa tesis han terminado paradójicamente por coincidir dos comentaristas muy distintos, en columnas publicadas el pasado 9 de agosto en El Tiempo. Así, a pesar de sus divergencias, tanto León Valencia como José Obdulio Gaviria sostuvieron que en la guerra los engaños son legítimos.
El argumento aparentemente cuaja, pues, como lo decía Hobbes, “la fuerza y el engaño son las dos virtudes cardinales de la guerra”. Pero la cosa no es tan sencilla ya que, por raro que suene, la guerra tiene reglas: el DIH precisamente impone restricciones al uso de la fuerza y del engaño a fin de reducir las atrocidades y el dolor que acompañan a las guerras.
El engaño tiene entonces límites incluso en la guerra. Por ello el DIH autoriza ciertos engaños, que llama “estratagemas”, como puede ser un movimiento aparente de tropas para desviar la atención del enemigo. Pero excluye aquellos engaños que violen normas básicas del DIH.
Uno de esos límites es precisamente el deber de no abusar de los emblemas humanitarios, como el de la Cruz Roja, para engañar. La violación de esa prohibición, cuando ocasiona muertes o capturas de enemigos, es definida como “perfidia”, que es una infracción grave del DIH e incluso, en ciertas circunstancias, un crimen de guerra.
La razón de esa prohibición es clara; si una parte usa un emblema humanitario para realizar una operación militar, como puede ser el rescate de un rehén o la captura de un enemigo, entonces genera un riesgo muy importante para todas las labores humanitarias. Se rompe la confianza de que un signo de la Cruz Roja es una garantía de que quien lo porta hace parte de una operación humanitaria y no de una acción bélica encubierta.
Como casi todos los colombianos, me emocioné mucho con la liberación de los secuestrados por la ‘Operación Jaque’. Pero no fue un operativo perfecto. Hubo una violación clara del DIH por el abuso del emblema de la Cruz Roja; hubo además perfidia, pues dicho abuso condujo a la captura de jefes guerrilleros. Y que las Farc cometan otras violaciones al DIH más letales no minimiza la gravedad de esta infracción por el Ejército, que ha puesto en jaque la seguridad de otras misiones humanitarias, que podrían aliviar la suerte de los otros secuestrados que siguen en poder de las guerrillas. ¿Será que discutir esos puntos es una franca estupidez?