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José Obdulio Gaviria y el profesor Óscar Mejía: Toda guerra empieza siendo de palabras
Por: Mauricio García Villegas | Septiembre 3, 2007
No solo con las armas se hace la guerra; también se hace con las palabras. Echar más palabras a la guerra -dice Fernando Savater- no es como lanzar aceite al agua tormentosa, sino como echar
leña al fuego.
Esto es lo que se me viene a la mente cuando leo una columna reciente de José Obdulio Gaviria titulada ‘Todo pecado empieza siendo de pensamiento’. En ella se condena la consabida práctica guerrillera de la combinación de todas las formas de lucha. Se dice que los promotores de esta práctica hacen parte de «la cofradía internacional del terrorismo» y que, como buenos «combinadores», se pavonean por los escenarios académicos. Se agrega, por último, que un ejemplo de ello es el caso del profesor de la Universidad Nacional Óscar Mejía, quien sostiene que la violencia puede ser una forma efectiva para enfrentar la democracia liberal autoritaria.
José Obdulio Gaviria se refiere a un artículo inédito en el cual Mejía analiza las teorías de algunos filósofos políticos contemporáneos -Habermas, Rawls, Negri y otros- para luego concluir que la democracia actual se ha vuelto autoritaria y que el uso de ciertas formas de violencia no debería quedar excluido.
En ese ensayo, Mejía no sólo no hace apología de la combinación de todas las formas de lucha, sino que no menciona por ninguna parte a Colombia, ni al Gobierno. Se trata de una reflexión teórica.
Debo empezar por aclarar que no comparto las ideas que el profesor Mejía defiende en el artículo citado -ni en otros de su autoría- y que Mejía tampoco suele estar de acuerdo con mis escritos sobre el derecho y la democracia. Sin embargo, defiendo su derecho a pensar en estos temas, porque creo que la preservación de la regla de la tolerancia ideológica es algo que está por encima de la defensa de mis propias opiniones.
También estimo que los defensores del uso político de la violencia deben responder públicamente por sus opiniones; el Gobierno está en su derecho cuando los confronta -con la verdad, claro- y ellos no pueden rechazar las críticas simplemente diciendo que eso los pone en peligro. Más aún, me parece inadmisible -como lo denuncia José Obdulio en su columna- que sindicalistas asistan a un evento en el que las Farc hacen proselitismo y se queden tan campantes.
Pero otra cosa es la diatriba de Gaviria contra Mejía. Consciente de que el profesor no comete ningún delito, José Obdulio no lo denuncia ante la Fiscalía, sino que hace algo tal vez peor: lo muestra como un burdo terrorista. Como quien dice, en lugar de confrontarlo en el terreno de las ideas, o del derecho penal, lo denigra, y de esa manera lo expone al espiral de la violencia. Me pregunto si eso no es también una cierta combinación de formas de lucha.
El lenguaje que usa Gaviria no sólo le pone más leña al fuego de la guerra -como dice Savater-, sino que es sesgado; solo ataca a un cierto tipo de críticos de la democracia, no a todos. ¿Qué decir de aquellos políticos de derecha, paramilitares y hasta columnistas que han justificado el uso de la violencia? ¿También hacen parte de la cofradía internacional del terrorismo?
José Obdulio debería ser consciente de que al acusar infundadamente a muchos de sus opositores de tener vínculos con el terrorismo está reproduciendo acusaciones similares en algunos de esos opositores, los cuales, de manera igualmente infundada, terminan diciendo que el Gobierno es un simple representante del paramilitarismo. Esta es una guerra de palabras que termina produciendo muchos muertos.
Yo no creo, como dice José Obdulio, que todos los pecados empiecen siendo de pensamiento, pero sí creo que todas las guerras empiezan siendo de palabras.