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La caída de referendo y la democracia
Por: Rodrigo Uprimny Yepes | febrero 27, 2010
LA SENTENCIA DE LA CORTE CONStitucional que imposibilitó el referendo reeleccionista era jurídicamente previsible, pero no por ello deja de ser trascendental para la democracia colombiana, pues protege el Estado de derecho y asegura una competencia electoral más equitativa.
Era una decisión previsible, pues corresponde a la jurisprudencia reiterada de la Corte sobre estos temas. Así, la Corte siempre ha dicho que el respeto de los procedimientos no es un asunto menor, pues asegura una expresión libre y transparente de las mayorías democráticas; y que dicho respeto es aún más importante en las reformas constitucionales, pues se trata de modificar la norma fundamental que nos gobierna. Ahora bien, como lo indica el cuidadoso comunicado de la Corte, durante el trámite del referendo se violaron reglas esenciales.
Por ejemplo, los promotores del referendo recurrieron a una Fundación, llamada Colombia Primero, para desconocer los topes de contribuciones y de gasto en la campaña de recolección de firmas. Esa triangulación intentó ocultar una grosera superación de esos topes. Por ello la Corte calificó el procedimiento de inequitativo y poco transparente, pues la reelección fue promovida con más dinero del permitido, lo cual viola la igualdad en los mecanismos de participación.
La Corte constató además otros vicios mayúsculos en el trámite; no fue entonces una pequeña irregularidad la que ocasionó la caída del referendo, sino un conjunto de vicios mayores que mostraron un irrespeto protuberante en la aprobación de la convocatoria del referendo de las reglas del procedimiento de reforma constitucional.
La Corte reiteró igualmente una jurisprudencia constante desde 2003, según la cual las reformas constitucionales, incluso aquellas aprobadas por referendo, no pueden acabar o sustituir elementos esenciales de la Constitución, como la separación de poderes, la igualdad electoral y el principio de alternancia en el gobierno. Y que por ello el referendo reeleccionista también era ilegítimo, pues destruía esas bases del Estado de derecho, al permitir, por ejemplo, una extrema concentración del poder en el Presidente.
Estos criterios de la Corte eran conocidos y por ello la sentencia no es jurídicamente sorprendente. Eso explica también la amplia mayoría (7 a 2) que respalda la decisión. Pero eso no afecta en nada la importancia de la sentencia, una de las más trascendentales del constitucionalismo latinoamericano; por el contrario, muestra que la Corte es coherente con su jurisprudencia e independiente en el ejercicio de sus funciones. La Corte sale entonces fortalecida, lo cual es bueno para el Estado de derecho en Colombia.
Igualmente importante fue la forma como el presidente Uribe acató en forma inmediata la sentencia, evitando cualquier conjetura sobre eventuales planes B para desconocer el contundente fallo de la Corte. Contrasta esta actitud republicana del presidente Uribe con la reacción de Fujimori, hace algunos años, frente a un fallo semejante; en esa ocasión el mandatario peruano destituyó a los magistrados del Tribunal Constitucional peruano que votaron contra su reelección.
Existe una conocida y sugestiva caracterización de la democracia del politólogo Adam Przeworski, según la cual ésta supone reglas ciertas que permiten resultados electorales inciertos, pues la estabilidad de las reglas asegura una competencia política equitativa. En cambio, los regímenes autoritarios se basan en la certeza de los resultados electorales y la incertidumbre sobre las reglas, pues los gobernantes manipulan las reglas de juego para ganar siempre. El referendo reeleccionista nos llevaba entonces por el camino del autoritarismo, que buscaba modificar las reglas para asegurar un resultado: la continuidad del presidente Uribe. La sentencia de la Corte nos vuelve entonces a la senda democrática, pues protege la certidumbre a las reglas. Ahora es claro que el presidente Uribe no será candidato; las reglas de juego quedan entonces definidas. Y eso es un síntoma de vigor democrático, pues hay claridad sobre las reglas e incertidumbres sobre los resultados de la contienda. Ahora sí empieza en serio la campaña presidencial.