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| Collage: Papel Cortante

Hilando en colectivo la Memoria y la Justicia: Martha Soto y el trabajo del MOVICE

Su trabajo no es solo el suyo, es el de muchas otras personas que, como ella, han decidido no rendirse y seguir buscando respuestas, a pesar de la incertidumbre y la falta de garantías por parte del Estado.

Por: Isabel Cristina Annear Cameronoviembre 20, 2024

En Medellín, ciudad que ha sido testigo de capítulos muy violentos y dolorosos del conflicto armado colombiano, el fenómeno de la desaparición forzada es una herida abierta. Por décadas, miles de personas han sido desaparecidas, dejando a sus familias sumidas en una búsqueda interminable por la verdad de su paradero y de lo que les ocurrió. El silencio que rodea este crimen es un recordatorio constante de todo el trabajo que aún queda por hacer, y de las numerosas tareas que por décadas han emprendido las propias víctimas.

Entre aquellas que han decidido enfrentar esta realidad, Martha Soto destaca como una figura de resistencia y compromiso. Desde los años 80, ha dedicado su vida a la búsqueda de su hermano desaparecido, a la militancia política, y al trabajo con más víctimas para mantener viva su memoria. Martha siempre carga una imagen grande de su hermano que se cuelga cada vez que asiste a algún evento o entrevista. Ella nota que cuando la usa quienes la están viendo posan más la mirada en la foto de su familiar que en ella, lo que incluso permite que le reconozcan en diferentes espacios. Es un ejercicio de reconocimiento y de memoria importante para ella.

Su lucha no es solitaria: es una lucha colectiva, un esfuerzo compartido con muchas mujeres y hombres, y que ha dado vida a organizaciones como la Asociación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos (ASFADDES) y el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE). Este perfil es un recorrido por su historia y su trabajo propio y en colectivo. En cada paso, Martha ha demostrado que el trabajo con más personas es esencial, porque, de otro modo, esta lucha parecería imposible.

El trabajo en equipo y su rol en ASFADDES y el MOVICE

Martha Soto recuerda sus primeros años de trabajo en el movimiento de víctimas. Su hermano, Jorge Enrique, fue desaparecido el 15 de julio de 1985, cuando se encontraba en Bogotá para contactar a miembros del Partido Unión Patriótica (UP) y vincularse su primer Congreso Nacional. Ella tenía menos de 20 años, y aunque ya había desarrollado una filiación política y un interés en la defensa de los derechos humanos junto a su hermano, aún era una estudiante joven cuya vida cambió de un día para otro. Este hecho doloroso impulsó a Martha a dedicarse a la búsqueda, y a ejercer una movilización política mucho más fuerte. Desde esos años, el encuentro con familiares de desaparecidos que se encontraban en Antioquia, y especialmente en Medellín, fue para Martha un tiempo de construcción y fortaleza compartida. En ese proceso, se encontró con personas muy importantes para su camino a quienes hasta hoy recuerda con mucho aprecio:

Y entonces da como la casualidad que nos encontramos en el camino con Ana Gaviria, y su hermano Pacho Gaviria era un muy amigo de mi hermano. Eso nos hace tener un lazo de familiaridad grande”, relata. También está Gloria Eugenia Taborda, cuyo hermano desaparecido era uno de los escoltas del candidato presidencial de la UP,  Bernardo Jaramillo, asesinado en 1990. Por último, recuerda a Mauricio Lalinde, un líder importante en el trabajo organizativo y político. “Fue amenazado y salió del país”, dice Martha, en alusión a la ola de violencia que azotó a los familiares de víctimas en aquellos años, especialmente tras el asesinato de figuras como Héctor Abad Gómez. Esta reunión de familiares de personas dadas por desaparecidas, a pesar de las amenazas en contra de ellas y la huida de muchas otras para preservar su seguridad, fue consolidando con el tiempo los primeros encuentros de víctimas.

En el marco de estos esfuerzos organizativos logran consolidar la seccional de Antioquia de ASFADDES. En ese punto ella recuerda que el trabajo “se vuelve como una bola donde se encuentran más y más familiares”. También, en los años 90s hacen los primeros encuentros de víctimas y las primeras semillas del Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE) en el marco del Proyecto Colombia Nunca Más. Ese fue un proceso creado en 1995 por diecisiete organizaciones de todo el país, incluyendo a ASFADDES en Antioquia. Producto de esta juntanza se creó una base de datos de casos que no ha parado de ser nutrida y fue entregada en su totalidad a la Comisión de la Verdad y a la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) hace unos años.

La creación y el trabajo del MOVICE

A finales de los años 90, un gran grupo de organizaciones y activistas, del que Martha hacía parte, plantaron las semillas de lo que sería el MOVICE. Esta organización se constituyó formalmente en junio de 2005, gracias a la reunión inicial de organizaciones iniciada por el Proyecto Colombia Nunca Más. El MOVICE en ese contexto surge como un esfuerzo organizativo de alrededor de doscientas organizaciones que cobijan el trabajo de miles de víctimas a lo largo y ancho del país. Su objetivo transformador y de alto impacto es el de la reivindicación los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación integral. En ese sentido, la organización se crea como un lugar de encuentro y unión para miles de víctimas del conflicto que anteriormente se encontraban aisladas o luchando en soledad.

El MOVICE es como las raíces de un árbol que llega a muchos lugares, que se refleja en la expansión de este movimiento que se ha entrelazado con otras organizaciones en diversas regiones del país y con una gran diversidad de labores. Este movimiento no solo preserva la memoria de las víctimas, sino que también es un espacio de formación y litigio en la que participan generaciones de activistas. Para lograr su impacto a nivel nacional, el MOVICE, además de contar con diferentes comités y equipos técnicos, está integrado por con un capítulo nacional que define las apuestas del movimiento a nivel general. Este órgano es compuesto por miembros de diferentes capítulos regionales que tienen presencia en el país. Martha es la directora del capítulo de Antioquia. Uno de los logros colectivos más grandes para Martha es el de mantener un capítulo nacional cohesionado. Ese trabajo conjunto y de alto impacto es esencial para ella: “Uno nunca hace nada solo. Uno no hace cosas solo. Uno ayuda a que hagamos.

Dos de los pilares de la labor de Martha en el MOVICE han sido la incidencia en casos de desaparición, y los talleres formativos. De un lado, ha asistido a todas las audiencias de casos de desaparición forzada de la comuna 13 en el marco de la JEP. También ha acompañado audiencias en los casos de Hidroituango y Puerto Berrío. Esta última fue especialmente emocionante porque las asistentes pudieron marchar y honrar a las víctimas en medio del municipio.

Los espacios formativos para Martha, por otro lado, ofrecen herramientas legales y prácticas para las víctimas que fortalecen el movimiento. En ese sentido, desde el MOVICE se han impulsado al menos tres tipos de talleres con acompañamiento de Martha. En primer lugar, se encuentran formaciones en temas de memoria y derechos de víctimas a cargo del capítulo para personas y organizaciones de Medellín y municipios aledaños. Este fue un proceso complejo en su estructuración durante la pandemia, pero se está consolidando como un ejercicio de aporte de otras estrategias de memoria compartidas por otras organizaciones u otros países.

En segundo lugar, se han celebrado diplomados, entre ellos, uno sobre la Ley de Víctimas antes de su expedición, y otro sobre memoria histórica. Este último es especialmente recordado por Martha por realizarse junto a la Universidad San Buenaventura. Allí, personas de todas las edades y niveles de educación compartieron sus testimonios a través de la creación de un libro. “Uno aquí no hace nada solo. Si no fuera por todas esas compañeras y compañeros, no lograríamos todo lo que hacemos”, reconoce Martha.

Por último, Martha ha acompañado un proceso importante de apoyo en documentación de casos y la creación de carpetas en donde las víctimas puedan tener organizado su propio archivo. Para ella, tener toda la información organizada en una carpeta permite mantener viva la memoria de las víctimas y fortalecer el impulso de los procesos judiciales. Este proceso es un recurso vital que tienen las víctimas como Martha, que desde los años 80s detallan y preservan la historia de todo el trabajo de búsqueda que han ejercido por décadas. Hoy, el MOVICE sigue siendo una pieza clave en la lucha por la justicia, y Martha continúa desempeñando un papel fundamental en su crecimiento y fortalecimiento dentro del capítulo de Antioquia. 

Un año de avances y reconocimientos

El 2024 ha sido un año lleno de logros y reconocimientos para Martha, para sus compañeras, y para el movimiento de víctimas en Antioquia. Recientemente, fue nominada al premio de Derechos Humanos a toda una vida, un reconocimiento que, aunque inesperado, simboliza el respeto y la admiración que tiene el movimiento de derechos humanos hacia ella. “El mejor premio es poder salir todos los días a hacer el trabajo”, comenta Martha, agradecida profundamente por la nominación realizada por la Corporación Claretiana Norman Pérez Bello. En el marco de dicho evento, tuvo la oportunidad de compartir la premiación con otros activistas con quienes formó una relación estrecha basada en la admiración mutua, y encontrarse con colegas del MOVICE. Durante la ceremonia, algunos de sus compañeros llevaban una pancarta con su imagen, y amigos de toda la vida que hacían parte del Colectivo de Derechos Humanos Semillas de Libertad, así como su familia, seguían el evento presencialmente y en línea. Esta conmemoración le ha recordado fuertemente que durante estos años de trabajo no está sola: la acompañan amigos, compañeros, camaradas y su familia.

Martha también participó en un taller en Guatemala sobre la importancia de la memoria y la documentación de casos. Este encuentro internacional fue una oportunidad para intercambiar experiencias con defensores de derechos humanos de otros países, algo que revitalizó su esperanza y compromiso. También, para resaltar la importancia de la labor de las “familiares”, palabra que rescata sobre el nuevo término de “buscadoras”, porque siente que hay una relación más especial en nombrar que el trabajo de búsqueda lo hace una familiar de una persona dada por desaparecida, porque buscadora puede ser cualquiera. 

Uno de los momentos más significativos para Martha este año fue el reconocimiento de su hermano como víctima perteneciente a la UP en una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En este acto de perdón, el Estado pidió disculpas por los crímenes cometidos, un momento conmovedor para Martha y su familia.

El caso de la desaparición del hermano de Martha también ha tenido avances, así aún no haya dado con su paradero. Para ella, es muy significativo que la UBPD tenga finalmente muestras genéticas de ella y otro de sus hermanos en el banco de perfiles genéticos, para que a futuro sean tenidas en cuenta a la hora de cotejar posibles restos. Además, resalta cómo la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso del genocidio de la UP se tomó el tiempo de detallar a profundidad el caso de su hermano y con ello ser incluido en el marco de las reparaciones a cargo del Estado frente a estos hechos. Por último, pero no menos importante, el 30 de agosto, en medio de la conmemoración del día de la búsqueda de personas víctimas de desaparición forzada, y como parte de un plantón, Martha finalmente recibió su acreditación como víctima en el macrocaso 06 de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), que se ocupa del extermino de la Unión Patriótica.

Mantener la desaparición forzada como tema prioritario

Para Martha, una de las grandes batallas es que la desaparición forzada se mantenga como un tema central en la agenda pública y jurídica. Si bien la Comisión de la Verdad (CEV) y la JEP han hecho avances, Martha considera que estos esfuerzos son insuficientes. Ella lamenta que el delito más grave, la desaparición forzada, no esté abordado en un macrocaso exclusivo dentro de la JEP. “La verdad no empieza ni termina con la CEV”, enfatiza. Se requieren más esfuerzos en otros lugares, y que no exista un macrocaso específico de este crimen ha hecho que las víctimas se dispersen en todos los demás expedientes de esta compleja jurisdicción.

Aunque el movimiento ha logrado avances significativos, como la creación de archivos y bases de datos sobre desaparecidos, Martha cree que hay un largo camino por recorrer. El trabajo de la UBPD ha sido esencial en el avance de localización de personas desaparecidas, pero Martha insiste en que estos esfuerzos deben ampliarse y fortalecerse. Adicionalmente, hay un límite de competencias de la UBPD que afecta a algunas víctimas más recientes. En ese sentido, el trabajo de la UBPD solo cubre hechos cometidos antes del 1 de diciembre de 2016. Martha ha tenido que presenciar cómo colegas suyas, familiares de desaparecidos después del 2017, cuyos casos quedan por fuera de los años priorizados para el trabajo de la UBPD, no pueden acceder a los mecanismos extrajudiciales de búsqueda de esta institución con su tecnología y sus facilidades.

Homenaje a sus compañeros y compañeras

Como ella misma lo reconoce, a lo largo de los años, Martha ha trabajado hombro a hombro con otras personas que, como ella, han dedicado su vida a la búsqueda de sus familiares y a la justicia. Estos nombres no solo son compañeros de lucha; son un pilar en su vida y en el movimiento de víctimas. Martha menciona a Guillermina Valencia con su caso que ocurrió en Santander en 1984, que quedó por fuera de Ley de víctimas y de la órbita del Acuerdo de Paz de la Habana, pero quien sigue trabajando por justicia por el caso de su compañero y de su hermano. También a Gladys Piedrahita, cuya hermana fue desaparecida y quedó a cargo de su familia desde el año 99, y aunque tiene complicaciones físicas sigue en el trabajo y no abandona. Cada una de ellas ha enfrentado grandes retos personales y profesionales, pero su perseverancia inspira a Martha y a otros en el movimiento.

En sus menciones también se encuentran varias mujeres y un hombre que se dedican al movimiento de víctimas de desaparición en la comuna 13: Margarita Restrepo, una mamá de la comuna 13, y una mujer importante que sigue buscando a su hija que desaparecieron siendo menor de edad; Adriana Bedoya que también está en el trabajo con la búsqueda y de Mujeres Caminando por la Verdad; Luz Helena Galeano, que busca a su compañero también desaparecido; María Auxilio Arenas y Doña Berta Luz Goez, quienes también se encuentran activas aun cuando sus hijos fueron asesinados y no desaparecidos; y finalmente Alexander Castro, cuya familia fue víctima de ejecución extrajudicial, pero está en el proceso de búsqueda de su tía que fue desaparecida.

El caso de Paola Serna, Yaneth Alejandra Mona Correa, Julieth Castrillón, madres de hijos desaparecidos después de la firma del Acuerdo de Paz, le generan muchas reflexiones. Son mujeres que tienen la tristeza de que la UBPD no puede ayudarles, pero que no abandonan el trabajo y el activismo.

Piensa en el trabajo de Lucía Osorio que sigue en el proceso de búsqueda de su hermano, y en el de Flor Gallego de la Vereda La Esperanza. Recuerda con agradecimiento el trabajo con Natalia Muñoz y Adriana Arboleda, defensoras de derechos humanos con las que ha caminado por más de 25 años en la formación y consolidación de procesos organizativos de víctimas. En Bogotá piensa también en Pilar Navarrete y Luz Marina Hache, quienes llevan trabajando desde los 80 y se han visto juntas envejecer en el trabajo y no han desfallecido. Ya no tienen niños, tienen hijos adultos y tienen nietos. “Uno aquí no hace nada solo. Si no fuera por todas esas compañeras que he mencionado y Alex, aquí no sería posible que hiciéramos todo lo que hacemos. Puede que hoy no venga una, que mañana no venga otra porque están en otra tarea pero siempre hacemos todo juntas”.

Martha Soto sigue recorriendo las calles de Medellín con la misma convicción con la que empezó en los años 80. Su trabajo no es solo el suyo, es el de muchas otras personas que, como ella, han decidido no rendirse y seguir buscando respuestas, a pesar de la incertidumbre y la falta de garantías por parte del Estado. Martha no sabe si algún día habrá justicia plena para las víctimas, pero está segura de que mientras haya organizaciones y familias trabajando en conjunto la verdad seguirá viva.

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