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| Collage: Papel Cortante

«Juntas vamos a encontrarlas a todas»

La lucha de las mujeres buscadoras de la Mesa Departamental de Trabajo de Víctimas de Desaparición de Nariño.

Por: Camila Gomeznoviembre 27, 2024

Desde hace más de 11 años, las mujeres buscadoras de personas desaparecidas en Nariño han trabajado juntas para buscar y recordar a sus seres queridos. “Que aparezcan, no importa que no sean los míos, pero que aparezcan” es un llamado que hacen Amelia Margoth Valencia, Ruby Delgado, Liliana Villota, Rocío Granja, Maritza Alarcón, Miriam Lagos, Gloria Achicanoy, María Cuarán, Gloria Espinosa y Danna Benavides, integrantes de las doce asociaciones que han impulsado la Mesa Departamental de Trabajo para la Prevención, Asistencia y Atención a Víctimas de Desaparición de Nariño. 

Las mujeres buscadoras de personas desaparecidas de Nariño

El grupo de mujeres buscadoras de Nariño refleja la diversidad del fenómeno de la desaparición forzada en la región. Han creado más de doce asociaciones que luchan por encontrar a sus seres queridos. Asimismo, se diferencian en que han sido víctimas de distintos actores del conflicto armado; en unos casos los paramilitares, en otros la guerrilla o la Fuerza Pública. Algunas buscan a sus parejas, otras a sus hijos e hijas o a sus hermanos y hermanas. No todas son de Nariño, pues varias de estas mujeres llegaron al departamento luego de ser desplazadas de sus hogares. Tres de ellas narran cómo construyeron toda su vida en el departamento de Putumayo, pero tuvieron que buscar refugio en Nariño tras ser desplazadas forzosamente luego de la desaparición de sus familiares. Otra de las grandes diferencias entre ellas es que algunas ya han encontrado información de la suerte y el paradero de sus seres queridos, pero la mayoría continúa en la búsqueda. 

A pesar de estas diferencias, ellas se han unido para encontrar respuestas. Las mujeres buscadoras de Nariño consideran que no es importante de dónde vienen, tampoco su color, ni la chaqueta o el logo de sus asociaciones. Saben que las une un mismo dolor que solo ellas pueden entender, pues “solo la que lo vive, lo siente”. Este sufrimiento ocasionado por la desaparición de un ser querido las ha impulsado a consolidar una lucha articulada y colectiva para lograr que todas las familias de personas desaparecidas de la región encuentren respuestas. Los años que llevan en este recorrido les han enseñado que enfrentarse a la verdad de lo que sucedió genera un dolor inmenso en el alma, pero también saben que esto “permite enterrar un poco el dolor”.

“Nos comenzamos a conocer, y entonces supe que no estaba tan sola”

Cuando cada una inició su búsqueda, ninguna se imaginó la magnitud del fenómeno al que se estaba enfrentando. “Yo creía que solamente era mi caso, que era solamente yo, mi familia y nadie más”. Antes de 2013, en Nariño no era recurrente que se utilizara el término desaparición, a pesar de ser un departamento con aproximadamente 7,255 víctimas de desaparición forzada. Esto cambió cuando las mujeres empezaron a conocerse una a una y a descubrir que sus historias no eran un caso aislado. “Nos empoderamos muy fuerte en ese tiempo” y caminando juntas dieron los primeros pasos para dar a conocer lo que estaba sucediendo con la desaparición forzada en Nariño. 

Poco a poco, comenzaron a exigir respuesta de las instituciones, esas que nunca las habían escuchado. Recuerdan que, para ese entonces, “nos decían ‘eso es que se fue de la casa’ o ‘debe estar con otra persona’. No le daban importancia a este hecho tan cruel”. Ante la inacción de las instituciones, las mujeres mismas iniciaron la búsqueda de las personas desaparecidas, yendo hasta más allá de los límites de lo que ellas conocían. En ocasiones, caminaban juntas por las calles de Pasto con siluetas de cartón, porque no tenían fotografías ampliadas de sus familiares desaparecidos. Muchas de estas mujeres se reunieron con sus victimarios buscando respuestas, otras se adentraron en la selva siguiendo pistas del rastro de sus seres queridos. 


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Como ellas dicen “tomar una misma las garras” implicó abandonar los proyectos de vida que tenían antes de la desaparición de su familiar. Para seguir las huellas de sus desaparecidos, las mujeres buscadoras abandonaron sus ocupaciones y trabajos. Muchas tuvieron que abandonar las tierras donde habían vivido toda su vida para escapar de las represalias por su lucha. Desafortunadamente, la búsqueda llevó a que ellas mismas fueran víctimas de amenazas, e incluso han tenido que vivir la desaparición de algunas de sus compañeras. Dedicarse a la búsqueda, también significó perder a la familia que estaba presente por buscar a ese ser querido que anocheció y no amaneció. Varias de ellas han tenido que enfrentarse a sus familias que les piden que olviden, que dejen de buscar, pero “una no piensa en nada más, solo puede pensar en la desaparición”. Sin embargo, esto no impidió que las mujeres buscadoras se siguieran juntando para exigir una participación activa en todas las decisiones que se toman en el departamento sobre la desaparición forzada.

La Mesa Departamental para la Prevención, Asistencia y Atención a Víctimas de Desaparición

El 27de noviembre de 2013, la Gobernación de Nariño expidió el Decreto 1425 de 2013 conformando una Mesa Departamental con la finalidad de coordinar acciones para prevenir, dar asistencia y atención a las familias de las víctimas de desaparición forzada. De acuerdo con el Decreto, la Mesa era un esfuerzo interinstitucional de órganos como la Gobernación, la Dirección Seccional de Fiscalías, la Defensoría del Pueblo Regional, entre otros. Paradójicamente, las víctimas no tenían un espacio previsto. El mismo Decreto aclaraba que las víctimas y sus representantes sólo serían invitadas a discreción de las instituciones integrantes de la Mesa cuando la naturaleza de los asuntos lo requiriese. 

Las mujeres buscadoras sabían que ellas tenían que estar permanentemente en este espacio, puesto que ya sabían que si no eran ellas, nadie iba a hacer lo necesario para encontrar a las personas desaparecidas. Por lo tanto, le exigieron a las autoridades un lugar permanente que les permitiera articular sin intermediarios con las instituciones, las mismas que tantas veces ya les habían fallado. Durante los meses que le siguieron a la expedición del Decreto, las mujeres buscadoras recurrieron a derechos de petición y acciones legales para demandar que fueran escuchadas y tenidas en cuenta. Solo hasta ese momento, fueron incluidas en las discusiones que estaban llevándose a cabo en la Mesa Departamental. 

Así, la Mesa se convirtió en el primer referente a nivel nacional de un trabajo colaborativo entre diversas entidades y las víctimas de desaparición forzada. Hoy en día, la Mesa cuenta con representación de más de 20 organizaciones de víctimas de los municipios más golpeados por este hecho victimizante: Pasto, Ipiales, Tumaco, Barbacoas, Ricaurte y Samaniego. Igualmente, ha servido de ejemplo para la creación de Mesas de otros departamentos como Putumayo, Norte de Santander y el Cauca, las cuales se han nutrido de este proceso. 

Gracias a esta articulación, se ha logrado visibilizar el enfoque territorial diferencial del fenómeno de la desaparición en Nariño, así como de otras violaciones de los derechos humanos relacionadas como la violencia sexual y el desplazamiento forzado. Asimismo, a través de la Mesa las mujeres buscadoras han impulsado la intervención de los cementerios municipales de Pasto, Ipiales y Tumaco, con la finalidad de identificar los cuerpos de aproximadamente 757 personas que allí se encuentran. Igualmente, lograron la declaración del primer camposanto de Nariño, en La Peña del Maidel, sector cercano del municipio de Barbacoas donde los paramilitares desaparecieron a por lo menos 240 personas entre 2001 y 2005. 

Estos procesos han estado acompañados por actos simbólicos y de resignificación liderados por las asociaciones de mujeres buscadoras que conforman la Mesa Departamental. En 2016, lograron la creación del Jardín de la Memoria, un espacio para conmemorar y rendir homenaje a las personas desaparecidas del departamento. El hecho de que “las familias de las personas desaparecidas no tenían un lugar donde pudiéramos ir a llorar, un lugar para recordarlos” las impulsó a crear un jardín en el que pudieran sembrar memoria de sus seres queridos. En este lugar plantaron semillas en representación de las personas desaparecidas que para ellas son semillas de vida y un símbolo de esperanza. 

La Mesa Departamental se ha convertido para las mujeres buscadoras en un espacio de fortaleza, acompañamiento y resiliencia. Este espacio ha posibilitado que, por primera vez, tengan un diálogo directo con las instituciones que antes las ignoraban. Asimismo, allí se han formado y capacitado para incidir e impulsar acciones que visibilicen la desaparición forzada. Entre ellas se agradecen por la compañía y las enseñanzas que cada una ha traído a la Mesa Departamental y, sobre todo, por haberse tendido la mano en momentos en que creían que no podían seguir adelante. Las mujeres buscadoras se sienten muy orgullosas de haber aportado y construido para que las que vienen detrás de ellas no tengan que empezar de cero. 

No obstante, con el paso del tiempo, las mujeres buscadoras reclaman la necesidad de actualizar el Decreto del 2013. Aunque fue su primera victoria, sigue recordándoles que su presencia en la Mesa es de forma excepcional. Asimismo, les preocupa que este prevé obligaciones para instituciones estatales que hoy en día han sido reemplazadas por nuevas entidades como la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, la cual advierten, no se encuentra incluida en la conformación de la Mesa. En este sentido, las mujeres buscadoras exigen un nuevo decreto que retome los logros que hasta ahora ha tenido la Mesa Departamental y que incorpore a las víctimas y a sus representantes de forma explícita y permanente. También, demandan que la presencia de los órganos estatales sea permanente, y que no se limite a las conmemoraciones del 30 de agosto, día de las víctimas de desapariciones forzadas. Consideran que es fundamental que se tomen medidas para superar los retos que han surgido en el camino y armonizar este trabajo con las entidades y oportunidades brindadas por el Acuerdo de Paz.  

***

La articulación que han tenido las mujeres buscadoras en la Mesa Departamental las ha fortalecido y les ha permitido acompañarse en la desesperanza y la frustración. Para ellas, lo que sostiene a la Mesa Departamental es el amor que le tienen a sus seres queridos desaparecidos. Ese amor las ha llevado a buscar soluciones para que este espacio continúe vigente y se les siga teniendo en cuenta en las decisiones. Asimismo, las empodera para exigirle a las instituciones que tomen medidas y que, en especial, las escuchen, las apoyen y les brinden las condiciones necesarias para poder seguir con la búsqueda. 

Juntas se niegan a ser olvidadas y esperan que, a través de los años, puedan seguir replicando todos los logros que hasta ahora han obtenido. A pesar de que se han enfrentado a las dificultades para que sus familiares las acompañen y sigan con la búsqueda, las mujeres buscadoras se empeñan en transmitir sus conocimientos y experiencias. Por esto, muchas de ellas han llevado desde muy pequeñas a sus hijas a las reuniones, esperando que estas continúen el legado de lucha. Por ahora, mientras ellas puedan, seguirán en su arduo camino de construir memoria en el departamento, porque las personas desaparecidas “son y serán memoria para nosotras, hasta el último día de nuestra existencia”.

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