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Por una izquierda unida, pero institucionalizada
Por: María Paula Saffon Sanín | Noviembre 30, 2013
Como dice Cepeda, el momento para forjar la alianza es óptimo, pues los sondeos muestran que los candidatos de derecha son apoyados por menos del 50% de la gente, a pesar de la ventaja del presidente-candidato y de la popularidad del expresidente. Esto significa que hay un importante vacío que podría ser llenado por una tercería que logre presentarse como una opción real de poder.
Los diálogos de paz le ofrecen a la izquierda una oportunidad histórica para mostrarse como la mejor opción de poder ahora y en elecciones subsiguientes. No hay duda de que un gobierno suyo podría implementar los acuerdos de paz de igual o mejor forma que el actual gobierno. La izquierda ha tenido un compromiso tradicional con la paz negociada, hasta el punto de que por años fue causa de su persecución. La implementación de los acuerdos requerirá además la adopción de reformas sociales y políticas cruciales, que podrían quedarse a medio camino si estuvieran en manos de la derecha o el centro.
Esas reformas son claves no sólo para garantizar una paz sostenible. Una vez supere el conflicto armado, Colombia estará en mora de resolver los gravísimos problemas de inequidad en la distribución de recursos y en el acceso a las instituciones y servicios públicos, que la hacen uno de los países más injustos del mundo. La solución de esos problemas requiere la implementación de las reformas pactadas y de muchas otras que tengan por meta la progresividad en materia tributaria, educativa, de salud, acceso a recursos naturales, etc. Aunque las élites tradicionales dicen preocuparse por estos temas, con frecuencia sus intereses y prioridades entran en tensión con la búsqueda de la igualdad y terminan dejándola de lado.
La igualdad es, en cambio, la prioridad de la izquierda. Por eso, que se lleven a cabo transformaciones de envergadura depende de que la izquierda tenga vocación de poder. Pero para que esa vocación sea real y sostenible se necesita un partido político con solidez institucional y coherencia programática. La unión temporal de los opositores de Santos y Uribe no conduciría a mayor cambio si su principal preocupación fuera apoyar a un candidato competitivo pero sin un compromiso prioritario con la igualdad. Esa unión tampoco serviría de mucho si no encontrara un canal de consolidación institucional, pues al poco tiempo las facciones se escindirían o sus líderes buscarían mejores oportunidades en otros espacios, como lo han hecho antes líderes de izquierda al anteponer sus carreras personales a la construcción partidaria.
Aunque el Polo Democrático ha cometido errores serios como apoyar a Samuel Moreno o marginar a ciertas facciones, su proceso de fortalecimiento institucional y de mantenimiento de la cohesión es digno de admiración. Recordemos que el origen del Polo fue, también, una alianza entre movimientos disímiles, pero afines en su orientación de izquierda. Los movimientos que hoy se oponen al gobierno deberían tomar la fundación del Polo como ejemplo y base, apostándole a una alianza partidaria con visión de largo plazo y con una agenda programática de izquierda. Esa alianza le permitiría al Polo renovarse y alejarse de sus nexos con la corrupción, sin perder el valioso trabajo de institucionalización que ha logrado.
Ojalá desavenencias y egos no impidan que esta opción se concrete.