¿Por qué hablar de memoria histórica sobre los daños provocados por las aspersiones aéreas de glifosato desplegadas por el Estado colombiano? Si la coca fue la gasolina del conflicto, la política de drogas fue la catalizadora de la violencia del Estado en los territorios cocaleros de Caquetá.
Escrito junto a Camilo Castiblanco Sabogal
El informe El daño que nos hacen reconstruye la memoria histórica a través de cuatro voces campesinas sobre el territorio, la presencia de la coca, la guerra y los daños del glifosato en Caquetá. ¿Por qué hablar de memoria histórica sobre los daños provocados por las aspersiones aéreas desplegadas por el Estado colombiano?
Por la relación que tuvieron con el conflicto armado. Si la coca fue la gasolina del conflicto, la política de drogas fue la catalizadora de la violencia del Estado en los territorios cocaleros de Caquetá. La memoria sobre los sucesos de la guerra, en un país como Colombia, se queda corta si no cuenta las violaciones de los derechos humanos que han implicado las políticas antinarcóticos sobre poblaciones campesinas.
Las fumigaciones son una estrategia éticamente reprochable, que ni siquiera cuenta con suficientes mecanismos institucionales para recopilar, documentar y evaluar daños sobre las poblaciones que se asientan en los territorios cocaleros.
Si el debate se sigue realizando con estudios a nivel internacional y poca evidencia en campo colombiano, donde se asperjó aéreamente, es por la negligencia del Gobierno Nacional de evaluar de manera adecuada su estrategia antinarcóticos. Bajo las avionetas no solo quedó silenciada la evidencia desde las comunidades sobre los daños que causa el glifosato en sus cuerpos y en sus tierras, sino también quedó truncada la legitimidad de sus instituciones.
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