El debate libre favorece la democracia no solo porque propicia la participación, sino también porque permite que los mejores argumentos salgan a flote. Por tanto, una sociedad que no debate libremente impide que sus mejores ideas se abran camino y que las peores sean vencidas con argumentos.
En este libro se hace una crítica a la cultura de la cancelación de opiniones, un fenómeno reciente y propio de las redes sociales que consiste en silenciar a alguien por lo que opina. Dicha crítica se funda en la defensa del principio de libre circulación de ideas en una sociedad democrática. El debate libre favorece la democracia no solo porque propicia la participación, sino también porque permite que los mejores argumentos salgan a flote. Por tanto, una sociedad que no debate libremente impide que sus mejores ideas se abran camino y que las peores sean vencidas con argumentos.
La práctica de acallar al otro existe desde tiempos inmemoriales, pero en las sociedades actuales, con el tipo de tecnología comunicacional que se ha impuesto y con el énfasis que allí se pone en las identidades, en el castigo mediático, en la indignación virtuosa, en la impaciencia moralista y en el dogmatismo —todo eso que nos caracteriza—, el afán de silenciar a los que piensan distinto parece ir en ascenso. Lo que muestra este libro es que, si bien en cierta medida los grupos desfavorecidos adquieren poder al señalar ideas dañinas, los excesos están menoscabando la libre circulación de las ideas y la democracia misma.
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