| EFE
Reflexiones sobre juntanza e incidencia de la sociedad civil en la COP 16
Por: Camilo Andrés Durán | diciembre 17, 2024
La histórica participación de la sociedad civil fue lo que más sobresalió de la Conferencia de Partes sobre el Convenio de Diversidad Biológica (COP 16), que tuvo lugar en Cali, Colombia, del 21 de octubre al 1 de noviembre. Este artículo propone algunas reflexiones críticas y situadas que sirvan a la sociedad civil para abordar futuros encuentros como este.
Caminos y barreras para incidir en la COP 16
En febrero de 2024, se seleccionó a Cali como la ciudad en donde se llevaría a cabo la COP16. Esta es la tercera ciudad más grande de Colombia y la más cercana a la región del Pacifíco colombiano—una de las regiones más biodiversas del mundo. La Conferencia tuvo dos espacios principales. La Zona Azul, donde se llevaron a cabo las negociaciones oficiales de la Partes. Esta tuvo lugar en el Centro de Eventos Valle del Pacífico, es decir, por fuera de la ciudad de Cali. La Zona Verde, por su parte, se organizó en pleno centro de la ciudad de Cali, a unos 15 km del espacio de negociaciones oficiales.
Esta Zona Verde sería la más grande de la historia, comparada con espacios de participación como la Interactive Fair for Biodiversity de la COP10 en Nagoya, los Foros de la Sociedad Civil y Jóvenes llevados a cabo en la COP 13 en Cancún, o la Green Action Zone de la COP15 en Montreal. La Zona Verde en Cali se desarrolló en más de 350.000 m2, concentrando más de 1.100 eventos, 280 actividades culturales y un millón de visitas a stands de organizaciones sociales de base, academia, ONGs y sector privado.
No obstante, hay al menos tres barreras que suponen un obstáculo para la incidencia de la sociedad civil en las negociaciones oficiales de la COP. La primera es quién tiene voz y voto en las decisiones. En la Conferencia de Prensa a la Red de Mujeres por la Tierra y la Acción Climática, Shirley Krenak, representante de la Articulación Nacional de Mujeres Indígenas Guerreras de la Ancestralidad, preguntaba por quién es “Parte” en esta Conferencia de Partes, y cuál es el lugar entonces de los pueblos indígenas. Es claro que más allá de las diversas manifestaciones y declaraciones promulgadas por distintos sectores de la sociedad civil, son los Estados, por medio de sus delegados, quienes tienen la última palabra en las decisiones que se toman frente al instrumento internacional. Finalmente, son los estados quienes son sujetos de obligaciones en el derecho internacional.
En todo caso, hubo al menos dos caminos para la incidencia de la sociedad civil en la COP16. Por un lado, se acordó la creación de un Órgano Subsidiario que busca fortalecer el trabajo entre pueblos indígenas, comunidades locales y países en el marco del Convenio. Esta era una propuesta que venían apoyando 511 pueblos indígenas de varios países amazónicos en el marco de lo que se denominó como el G9.
De igual manera, las partes aprobaron el reconocimiento de las comunidades afrodescendientes como actores clave en la protección y cuidado de la biodiversidad. Esta fue una propuesta impulsada por el Proceso de Comunidades Negras y por la Coalición por los Derechos Territoriales y Ambientales de los Pueblos Afrodescendientes de América Latina y el Caribe y contó con el apoyo de Gobiernos como Colombia y Brasil. Estas dos experiencias muestran la importancia de contar con gobiernos abiertos al diálogo con la sociedad civil como un factor que facilita una mayor incidencia en el campo internacional.
Una segunda barrera a la participación fue la distancia física. Además de que la Zona Azul y la Zona Verde no compartían el mismo espacio, era difícil movilizarse entre ellas. Más allá de la visita de algunos delegados oficiales a la Zona Verde en espacios libres de negociación oficial, el diálogo no se podía generar de manera constante, y se produjeron más bien dos escenarios de incidencia política diferenciados.
Mientras en la Zona Azul se negociaba la política internacional, en la Zona Verde se construyeron redes entre actores y se realizaron procesos de incidencia de cara a la ciudadanía que llegaba al espacio y frente a los gobiernos locales.
Finalmente, un último obstáculo parte de la complejidad misma de las negociaciones en el marco de una COP y la falta de experiencia por parte de muchos de quienes hacemos parte de la sociedad civil en estos espacios. Hay cada vez un mayor entendimiento de los problemas de fondo, pero los formalismos y procedimientos en este tipo de escenarios son esenciales para hacer veeduría y entender momentos y formas de ejercer presión sobre los tomadores de decisión.
Contribuye enormemente a este propósito la divulgación de información virtual que casi de manera instantánea realiza la Secretaría de la Convención sobre Biodiversidad, permitiendo un seguimiento a la Conferencia desde cualquier parte del mundo con conexión a internet. Además, las conferencias de prensa diarias que la misma Secretaría ofrece deberían ser un espacio aprovechado no solo por periodistas, sino especialmente por la ciudadanía interesada. Aún tenemos que hacer esfuerzos desde la sociedad civil para entender los códigos de las negociaciones internacionales que nos permitan lograr una mayor incidencia.
Más allá de la Zona Azul: un tejido en red que fortalece la sociedad civil
En paralelo a las negociaciones oficiales de las Partes, la Zona Verde se abrió como un espacio novedoso para la sociedad civil, permitiendo la construcción de redes entre diversos actores y espacios de incidencia de nivel local, ambos procesos que seguro trascenderán la COP y se fortalecerán en el futuro.
Dejusticia hizo presencia a lo largo de las dos semanas allí en la Zona Verde, donde buscó ser epicentro de la sociedad civil con conversaciones que permitieron fortalecer nuestra agenda de trabajo pero también las de otras redes con quienes compartimos el espacio. Bajo el marco de la diversidad de la vida, sostuvimos conversaciones alrededor de temas como: política de drogas y sus impactos en la salud y el medio ambiente; la importancia de un enfoque de género integral en la defensa del medio ambiente; la financiación de la biodiversidad con propuestas desde la sociedad civil; la implementación del Acuerdo de Escazú; e incentivos para la conservación y derechos humanos, entre otros. En estos espacios de conversación confluyeron organizaciones no gubernamentales nacionales e internacionales, comunidades indígenas y afrodescendientes, líderes y lideresas de la sociedad civil –que son opositores en otros espacios– , academia y la ciudadanía en general.
Además de la participación en eventos preparatorios y paralelos en la Zona Azul, la sociedad civil tuvo su propia agenda de eventos en la Zona Verde que le permitió, durante dos semanas seguidas, dialogar, organizarse e incidir. En este último aspecto la alienación de temas entre discusiones y diálogos de ambas zonas fue crucial. El diálogo en Zona Verde se produjo desde 12 ejes temáticos, enmarcados en hojas de ruta que buscaban vincular las propuestas de la sociedad civil con los tomadores de decisión. Sincronizar temáticamente el diálogo es una lección importante que deja la COP16 sobre cómo vincular a la sociedad civil en estos escenarios internacionales.
En definitiva, hubo un rol importante de la sociedad civil a destacar en el marco de la COP16 y es preciso reflexionar al respecto para fortalecer su participación en futuros escenarios como este. En términos de incidencia, pese a que existen aún barreras ostensibles, hay lecciones aprendidas y caminos que se abren para lograr mayor efectividad en negociaciones internacionales. Pero más allá de la incidencia internacional, la COP16 deja un tejido en red de múltiples actores de la sociedad civil que logró fortalecerse a partir de la conversación en un tema tan novedoso como transversal para muchos actores: la biodiversidad.