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Sentencia al referendo

EL REFERENDO TIENE SUS DÍAS CONtados. Arrastrado por el peso de sus propios vicios, está en caída libre en la Corte Constitucional, como cumpliendo la única ley que no ha violado: la de la gravedad.

EL REFERENDO TIENE SUS DÍAS CONtados. Arrastrado por el peso de sus propios vicios, está en caída libre en la Corte Constitucional, como cumpliendo la única ley que no ha violado: la de la gravedad.

A esa conclusión llega quien lea la ponencia del magistrado Humberto Sierra y haya seguido la trayectoria de la Corte. Del análisis surgen tres razones para vaticinar la sentencia que pondrá fin al referendo.

La primera es el contenido de la ponencia. Los fragmentos publicados muestran que es un escrito jurídico de lujo. Paso a paso, con pruebas detalladas, disecciona el trámite de la ley del referendo y no deja lugar a dudas: el trámite fue una colección de fallas graves, desde la tramposa superación de los topes de financiación hasta el cambio de la pregunta a medio camino.

La ponencia es especialmente contundente porque sólo examina vicios de forma, de esos que cualquiera puede comprobar sin ser abogado. Se necesita apenas una calculadora para concluir que el referendo no fue “popular”, sino generosamente financiado por contratistas del Estado, que se volaron todos los límites legales. Basta un calendario de bolsillo para ver que las fechas no cuadran por ningún lado —por ejemplo, las de la aprobación en la Cámara con el apoyo de los congresistas suspendidos de Cambio Radical que pusieron los votos decisivos—.

Así que Sierra les puso la vara muy alta a los demás magistrados. Quienes quisieran votar en contra de la ponencia tendrían que olvidar no sólo el derecho, sino la matemática.

El segundo factor que permite anticipar la caída del referendo es el autor de la ponencia. La trayectoria de Sierra es la de un magistrado de centro: aprobó la primera reelección, ha defendido un rol relativamente conservador de la Corte frente al Ejecutivo y el Legislativo y ha sido moderadamente progresista en asuntos sociales (como el aborto). Por eso no se le puede acusar de ser enemigo del Gobierno o de haber preparado un fallo político. Y por eso su voto es clave: son los magistrados de centro los que inclinan la balanza en fallos complejos, como lo hace hoy el juez Kennedy en la Corte Suprema de EE.UU.

La última razón de la muerte anunciada del referendo es que la Corte es más independiente de lo que piensan sus críticos, ya sean uribistas o antiuribistas. Una mirada a sus decisiones en temas gruesos como desplazamiento, salud o estados de excepción revela que está muy lejos de ser el tribunal de bolsillo que muchos vieron venir con el relevo de varios magistrados el año pasado.

De hecho, la mayoría de sus miembros viene de la Rama Judicial o de sectores de la profesión jurídica que han guardado distancia de la política. Esto permite esperar un fallo en derecho que refuerce la imparcialidad que ha mostrado la Corte y que a tan alto costo ha defendido también la Corte Suprema.

La muestra más reciente de independencia es un fallo de la semana pasada que presagia el del referendo. Con una clara mayoría (6-3), la Corte Constitucional tumbó la reforma a la Constitución que inhabilitaba a los concejales para postularse a las elecciones de Congreso. El problema fueron justamente vicios de trámite. Lo interesante es que Sierra fue uno de los tres magistrados que salvaron el voto, porque consideró que los vicios no eran graves (a diferencia de los del referendo). Así que al referendo no le quedarían sino los votos de los otros dos magistrados (González y Pretelt), que son vistos como los fijos del Gobierno.

Con una votación 7-2, el fallo de la Corte tendría la contundencia necesaria para resolver con autoridad un asunto de tanta trascendencia. Y para salvar, de paso, el Estado de derecho.

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