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Sin tetas no hay leyes

OCHO PODEROSOS ARGUMENTOS convencieron a los congresistas de aprobar la Ley Fanny Mikey, que protege los derechos de autor de los actores colombianos.

OCHO PODEROSOS ARGUMENTOS convencieron a los congresistas de aprobar la Ley Fanny Mikey, que protege los derechos de autor de los actores colombianos.

Fueron cuatro las actrices que prometieron desnudar sus pechos en la revista SoHo, a cambio de la aprobación de la ley. Ellas tienen su ley y los lectores tendrán sus tetas. Todos contentos.

Pero el episodio tiene un significado más profundo. ¿Qué tipo de democracia es aquella en la que hay que mostrar las tetas para defender con éxito una causa justa? Sugiero llamarla tetocracia. Un régimen que, hasta donde sé, ni Norberto Bobbio, ni Giovanni Sartori, ni David Held, ni ningún otro teórico de la democracia había incluido en sus tipologías.

Así que las actrices del topless pueden estar haciendo una contribución política. Incluso esbozaron la ideología tetocrática, con una interesante nota de protesta. “En este país —dijo la aguda Marcela Mar— se ha mediatizado demasiado la imagen femenina; se ha explotado para vender muchísimos productos. El desnudo lo hemos escogido para protestar de una manera muy sutil y hacer entender … que es triste que, para que un derecho se haga valer, a uno le toque desnudar su cuerpo”. Y expresó su pesar porque “en Colombia sean más importantes un par de tetas, que unos derechos que son naturales”.

La estrategia fue desesperada pero eficaz. Los actores y actrices llevaban años suplicando por una ley que les diera participación en los ingresos de los canales de televisión que retransmiten novelas y otros programas. A falta de la ley, viejos ídolos de la televisión mueren pobres y olvidados, mientras ven cómo las programadoras siguen ganando plata con su trabajo. Ante la inoperancia del Congreso, las actrices sacaron el pecho por el gremio y lograron el milagro.

Pero la tetocracia tiene serios problemas que, como corresponde, son dos. El primero es que le da voz sólo a los famosos con conexiones en los medios y que puedan prometer algo que venda. Y, en un medio machista, no hay nada que venda más que un destape. Quedan afuera, sin embargo, todos los ciudadanos y ciudadanas que no tenemos nada interesante que mostrar, incluidos algunos famosos que también están en la olla, como los deportistas viejos que empeñan sus medallas mientras sueñan con una ley que les dé una jubilación decente.

Para no hablar de las víctimas anónimas, cuyos derechos están desprotegidos porque su imagen es francamente anticomercial. Nadie quiere ver las prótesis de los soldados víctimas de las minas antipersona que andan pidiendo una ley con programas serios de rehabilitación. Dudo que a los lectores de SoHo les parezca sexy una foto de un desplazado recién llegado a la ciudad, haciendo una cola interminable en Acción Social.

El segundo problema de la tetocracia es a quién beneficia. Hasta ahora ha sido una causa en beneficio propio. Las actrices se destapan para defender su gremio; las políticas que se destapan lo hacen para ganar votos. Y, aunque digan que su destape es una protesta irónica contra la utilización del cuerpo femenino, es posible que terminen reforzándola y perjudicando a las demás mujeres.

Las actrices de la Ley Fanny Mikey son dueñas de sus cuerpos y tenían toda la razón en su causa. Pero si fueran consecuentes con lo que han dicho y quisieran combatir la discriminación contra la mujer, aprovecharían su fama para abogar por colombianas que han sufrido violaciones mucho más graves de sus derechos. Por ejemplo, las mujeres que perdieron para siempre el derecho a desnudarse libremente: las cuatro millones de colombianas que, según la encuesta de Profamilia, han sido violadas, y las muchas más que nunca contarán la historia.

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