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Sobre el conflicto armado en Colombia

LA TESIS URIBISTA DE QUE EN COlombia no existe un conflicto armado sino una amenaza terrorista contra la democracia no resiste el menor examen, pues es falsa empíricamente y se funda en equívocos conceptuales.

Por: Rodrigo Uprimny Yepesmayo 9, 2011

LA TESIS URIBISTA DE QUE EN COlombia no existe un conflicto armado sino una amenaza terrorista contra la democracia no resiste el menor examen, pues es falsa empíricamente y se funda en equívocos conceptuales.

Existen básicamente dos perspectivas que han intentado establecer qué es un conflicto armado no internacional: los estudios sobre la paz y el Derecho Internacional Humanitario (DIH).

La norma fundamental aquí es el Protocolo II de 1977, que es exigente, pues establece que para hablar de conflicto armado es necesario que existan i) enfrentamientos entre el Estado y fuerzas armadas disidentes, las cuales ii) deben tener mando responsable y iii) control territorial suficiente para realizar operaciones militares y iv) poder aplicar el DIH.

Estos elementos se cumplen en Colombia: las Farc, por ejemplo, tienen una estructura jerarquizada suficiente para hablar de un mando responsable. Han tenido igualmente el control territorial señalado por el DIH, pues éste no exige que el Ejército no pueda entrar en la zona de influencia guerrillera sino que ésta tenga una presencia territorial suficiente para realizar operaciones militares organizadas. Y las Farc siguen realizando operaciones militares continuas y durante años han tenido secuestrados a numerosos militares y civiles. ¿Puede entonces alguien dudar de que ese grupo guerrillero tiene un control territorial suficiente para aplicar las normas humanitarias? Otra cosa obviamente es que las Farc se nieguen a aplicarlas, pues los secuestros, las minas antipersona o los reclutamientos de menores son infracciones graves al DIH.

Es claro que en Colombia existe empíricamente un conflicto armado. Pero además, contrario a lo dicho por el uribismo, aceptar ese hecho no impide criticar las terribles acciones de las guerrillas o de los ‘paras’, ni implica jurídicamente otorgarles estatus de beligerancia, la cual exige otros requisitos, que no puedo detallar en esta columna. No hay entonces nada contradictorio en aceptar que en Colombia existe un conflicto armado y afirmar al mismo tiempo que ni las guerrillas ni los ‘paras’ son beligerantes y que sus acciones son atroces e ilegítimas.

Es pues un acto extremo de terquedad ideológica negarse a aceptar que Colombia sufre un doloroso conflicto armado. Por el contrario, reconocer su existencia parece un paso imprescindible si queremos algún día superarlo. Por eso es importante que tanto el Congreso, en la ley de víctimas, como el presidente Santos acepten que en Colombia ha habido conflicto armado desde hace rato.

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