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Uma Kiwe Madre Tierra: una apuesta por el cuidado del agua y la vida en Mocoa

En el piedemonte amazónico colombiano, tres mujeres se han unido en torno a un sueño: resistir al destino extractivista que ha contribuido a la destrucción de la selva, los ríos y sus comunidades, usando la comunicación como forma de defensa y conservación de su territorio.

Para llegar a Mocoa, salí desde Bogotá al aeropuerto Tres de Mayo en Puerto Asís. Estoy lista para un recorrido por carretera de dos horas. Es temprano, pero ya empieza a sentirse esa humedad ‘abrasante’ que me dice que la selva está cerca. Como lo imaginé, a tan solo pocas calles del casco urbano, me encuentro con el verde del bosque y el bullicio de los pájaros en las copas de los árboles. Más adelante, donde la cordillera central se rinde para dar paso a la planicie amazónica, la lluvia de la noche anterior nos regala un espectáculo de cascadas que caen entre las montañas.

Sin embargo, el Putumayo no es solo bosque y cantos. Un corredor interminable de oleoductos, campamentos militares y la enorme base antinarcóticos que comparte el aeropuerto con el municipio de Villagarzón, son otros de los elementos que componen este paisaje selvático. Un retrato de las relaciones históricas que el centro político y económico del país ha establecido con estos territorios.

Incluso hoy, cuando la región amazónica se presenta como “potencia mundial de la vida”, la llegada a Mocoa me confronta con una enorme construcción que convierte los ríos Mulato y Taruca y Sangoyaco en autopistas de cemento. Esto hace parte de la ejecución del llamado “Plan de Acción por la reconstrucción de Mocoa”, una megaobra de infraestructura que adelanta el gobierno nacional tras la avalancha de 2017 que cobró la vida de más de 335 personas y dejó otros 17.000 damnificados. Esta intervención reemplazó los árboles por jarillones y cemento como estrategia de mitigación del riesgo de una nueva creciente y un posible desbordamiento de estos afluentes. Seis años después de la tragedia, la Procuraduría ha denunciado retrasos en el cumplimiento de las obras y el 31 de marzo de este año se realizó una audiencia pública citada por el Congreso de la República para solicitar explicaciones frente a estas problemáticas.

Llegamos a Mocoa sobre las nueve de la mañana, una ciudad abrazada por montañas y ríos. En un café del parque principal nos encontramos con Olga Yaneth Trujillo, Zulma Yulieth Ulcué, y Paola Jinneth Silva, fundadoras de Uma Kiwe Madre Tierra. Corporación que se constituye formalmente en el año 2020 con el sueño de transformar a través de iniciativas comunicativas, la forma como nos relacionamos con la vida, la naturaleza y los cuerpos violentados por los intereses extractivistas.

Ellas hacen un esfuerzo por traducir conceptos técnicos y jurídicos sobre temas que preocupan en su territorio a un lenguaje más cotidiano, con el fin de alimentar el debate público con cuestionamientos de los que poco se habla. Por ejemplo: ¿Qué significa vivir en la Amazonía?, ¿Qué efectos tienen estas intervenciones sobre los ecosistemas de los ríos y las otras formas ancestrales de habitar el territorio?, ¿Cómo informar sobre las desarmonías del territorio uniendo los conocimientos técnicos y ancestrales?, ¿qué alternativas de gestión comunitaria distintas al cemento podrían desarrollarse para mitigar el riesgo?

Ninguna de las tres es experta en ingeniería hidráulica o ecología. Olga y Paola son comunicadoras sociales y periodistas y Zulma licenciada en etnoeducación, antropóloga y psicóloga. Sin embargo, guiadas por la convicción de que intervenciones como estas no son armónicas con las necesidades de la naturaleza y los pobladores, hicieron lo que han aprendido a lo largo de su experiencia: tocar puertas y preguntar a diferentes voces. Hicieron círculos de la palabra entre jóvenes y colectivos ambientales que también estaban preocupados por esta situación. Conversaron con académicos, sabedores indígenas y profesionales de diferentes áreas para responder algunas de sus dudas e indagar sobre alternativas para abordar la problemática.

Los materiales de estas conversaciones las difunden mediante sus redes sociales, grupos de WhatsApp y talleres comunitarios con las y los pobladores del municipio con el propósito es ofrecer insumos que fortalezcan su participación en el debate público y veeduría ciudadana en éste y otros proyectos.

La juntaza y la palabra como forma de sanación

Reconociendo la interculturalidad como principio, Uma Kiwe – Madre Tierra encuentra en el diálogo abierto y la juntanza de mujeres indígenas, campesinas y urbanas, un camino para avanzar en su propósito de reparar la fragmentación del tejido social y espiritual que las narrativas y políticas extractivistas han traído a este territorio. Para ello, la corporación crea a “La Minga Kiwe”, una apuesta periodística en donde como su nombre lo dice, haciendo “mingas”, registran la memoria que habitantes tienen del territorio, y visibilizan las tensiones sociales y ambientales que los proyectos minero-energéticos y de infraestructura imponen sobre el municipio.

En el idioma Nasa Yuwe, Uma Kiwe significa Madre Tierra, que es a su vez, el segundo nombre de la organización. Esta cosmovisión llegó a través de Zulma, quien hace parte de este pueblo y dio a conocer el pensamiento indígena a sus compañeras, irradiando en ellas un reconocimiento del saber ancestral y espiritual como base de su actuación.

Zulma es de Putumayo, Olga nació en el Huila y Paola en Cundinamarca. Todas provienen del campo, y a pesar de haber estudiado en ciudades principales, la búsqueda por recuperar esa conexión más directa con la naturaleza y el trabajo que realizaban con otras organizaciones sociales alrededor de los derechos de la Amazonía las lleva a encontrarse en Mocoa. Este sentimiento común las junta a través de Uma Kiwe para caminar sus ríos, escuchar sus historias y conocer su medicina ancestral. En sus propias palabras, esto les permitió “reconectar con el territorio y sentir su poder de sanación”. Desde ese encuentro, las tres decidieron que Mocoa sería su hogar y la defensa de este territorio una forma de devolver a la Madre Tierra los recursos y protección que provee desde sus entrañas.

Como resultado de este esfuerzo, durante estos tres años la Corporación ha publicado varios especiales en redes: Uno de ellos es “Pasos de Mujer”, en el que recuperaron relatos de mujeres indígenas y su relación con la Madre Tierra; “Memorias del agua”, por otro lado, es un trabajo que pone la mirada en los cambios y afectaciones que han sufrido los ríos y paisaje andinoamazónico de Mocoa, como consecuencia de la extracción ilegal de oro y la ejecución de intervenciones estatales como las obras de mitigación; y “Hablemos de las Montañas”, proyecto mediante el cual se ha visibilizado el conflicto entre la empresa minera LiberoCobre y las comunidades de Mocoa por los intereses en la explotación de cobre al interior del municipio.

La Apuesta

Su sueño es poder aportar a la construcción colectiva de otras narrativas del territorio Putumayense que subviertan el imaginario extractivista que ha contribuido a la destrucción de la selva, los ríos y sus comunidades. Quieren resignificar el habitar andinoamazónico en la memoria de sus pobladores y de todos aquellos que se aproximen a este territorio. Como dice Olga: “queremos contarle al mundo y no que el mundo cuente de nosotras”.

De regreso a Bogotá muchas imágenes y reflexiones me acompañan. Pienso en la naturaleza exuberante y la contradicción que subsisten en esta parte de la Amazonía. Pero también, en la fortaleza y convicción de estas tres mujeres que, siendo una organización joven y de pocos recursos, han decidido cuestionar a gigantes empresariales y despertar conciencia frente a la manera como los centros urbanos de poder se relacionan con la naturaleza y este territorio. Me contagian de esperanza y me recuerdan que como Uma Kiwe, son muchas las semillas que a lo largo del país están brotando entre el cemento y abriéndose paso para construir nuevas formas de vivir.

(*) Investigadora de Dejusticia

Este artículo hace parte del especial #TejidoVivo, producto de una alianza periodística entre el centro de estudios Dejusticia y El Espectador.

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