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Un laboratorio narrativo para sanar
Por: Adriana Abramovits | Junio 29, 2023
En las faldas del cerro de La Popa ser niño es difícil. Los barrios Pablo VI, Los Comuneros y La María, con sus callejones estrechos y casas apiñadas, albergan cientos de historias de niños y niñas que se exponen a diario a situaciones de violencia, abuso y abandono. Niños que desde muy jóvenes, a las orillas del caño Juan Angola, el cuerpo de agua más contaminado de Cartagena, deben aprender a convivir con la sensación de inseguridad dentro y fuera de sus hogares. Según Medicina Legal, el año pasado 417 niñas fueron víctimas de presuntos delitos sexuales en la ciudad de Cartagena.
Con pocos parques y canchas, la infancia se desarrolla en medio de la rivalidad entre pandillas, el tráfico de drogas, la llegada de personas desplazadas por el conflicto armado y la migración entre países hermanos. Pero entre las tensiones territoriales, existe una puerta que abre a un lugar seguro. Donde hay libros, micrófonos, cámaras y libretos. Hay pinturas, disfraces, proyectores y teatrinos. Detrás de esa puerta, la expresión creativa hace de las suyas para que los niños y las niñas puedan recuperar el juego que siempre les ha pertenecido.
Esa puerta también lleva al consultorio donde se sientan Yenifer Patrón y Tatiana Patrón, dos hermanas afrocartageneras y psicólogas de Narrarte. Esta organización utiliza la terapia narrativa para sanar las heridas del maltrato en la comunidad. Este tipo de terapia se popularizó en 1990 y se dice que es una herencia de la posmodernidad, ya que explora las diferentes maneras de explicar una misma cosa para generar relatos alternativos donde el problema pierde protagonismo en favor de otras narraciones posibles.
Esta manera de externalizar las vivencias permite que el problema en sí mismo no defina la identidad de la persona. Se parte con que la niña o el niño es el máximo experto en sus vivencias, ya que tiene acceso directo a sus experiencias. Junto a la terapeuta, trabajan en equipo para empezar a tejer la narración: dónde ocurrieron los acontecimientos, en qué lapso de tiempo, quiénes son los actores, cuál es el problema, qué habilidades se tienen para superar el obstáculo y qué caminos se pueden tomar. Lo que le permite al joven paciente encontrar diversas salidas a las situaciones que le angustian, echando mano de sus talentos.
Yenifer Patrón es la directora de Narrarte y la terapeuta que acompaña este viaje del héroe. Diez años atrás empezó a prestar sus servicios de manera gratuita a los niños y las niñas del cerro de La Popa. “En el campo de la salud hay unos imaginarios de que la terapia no se necesita, de que eso se resuelve solito o que es una cosa pa’ ricos. En los colegios públicos, hay un psicólogo para más de 1.000 estudiantes”, expresa Patrón.
Bajo esa premisa, las infancias crecen sin enfrentar los problemas, en ocasiones sintiendo que ellas mismas los causaron, afectando profundamente el bienestar y la autoestima. Por eso la misión de Narrarte es tan básica como poderosa: ayudar a vivir la niñez con alegría.
Vivir la niñez con alegría
Lo que permite que el dolor se convierta en poesía pasa por las manos de Carlos Diaz Acevedo, un hombre afrocartagenero, lingüista, comunicador para el desarrollo y escritor audiovisual. Carlos creció en la zona nororiental de Cartagena como un joven que participaba en procesos organizativos. En Funsarep, organización aliada de Narrarte, forjó su liderazgo comunitario. Carlos echa mano de sus habilidades en gestión cultural y se involucra en los relatos, proponiendo formatos como la radio y el video para encontrar el mejor ritmo al momento de contar la historia.
Este laboratorio narrativo que une lo psicológico con lo comunicativo se convierte en un escenario de ayuda, con unos profesionales que acompañan y unos grupos de apoyo que sostienen. Estos grupos están conformados por otros niños y niñas que están viviendo situaciones similares. Es así como todos se vuelven un equipo contra esos problemas, se alían para responder ante “los villanos” y encuentran en el juego la manera de transformar los finales.
Ese mundo que mezcla la realidad y la fantasía, empezó en el 2013 con un club de lectura infantil en el barrio Los Comuneros. Se daban cita los sábados en la mañana. “Lo que no cabe en mi mundo” fue el primer libro que leyeron. Con esa lectura, los niños empezaron a contar lo que vivían en la casa, la violencia comunitaria y el bullying. Identificaban los problemas como monstruos, confiaban en que para atacarlos había que conocerlos. Respondieron: cómo se llaman, qué los alimenta, dónde viven, quiénes son sus amigos. Y los personificaron, los volvieron sátira, teatro, títere y pantomima. Ese fue el inicio de Narrarte.
Las historias que surgieron después mantuvieron ese enfoque sistémico de reconocer las tensiones en el entorno social y familiar, e involucraron a los padres, acompañantes y cuidadores. Eso dio pie a que se creara la campaña: “Por una Cartagena a un metro diez. Una ciudad a la altura de los niños, las niñas y nuestros derechos”. Esta iniciativa reunió todas esas denuncias y peticiones de los niños para llevarlas a las instituciones educativas, medios de comunicación y espacios políticos.
En las elecciones a concejales y ediles, Narrarte, junto a otras organizaciones de la Mesa Local de infancia Cartagena Mía, presentó su pliego de solicitudes y los niños y las niñas también se comprometieron a estar a la altura del cuidado de La Popa, que les da oxígeno, les da sombra y los reconoce como actores ciudadanos. Así que pedir espacios de juego en el barrio Santa Rita o un sistema de alcantarillado decente en Pontezuela, solo podía acompañarse con el compromiso a doble vía de cuidar el barrio y seguir construyendo comunidad.
Otro de los proyectos insignia de Narrarte es el corto audiovisual “En regla”, producido por el Colectivo Alas, conformado por mujeres jóvenes entre los 16 y los 29 años que hacen parte de Narrarte. En el video humorístico de 10 minutos hablan públicamente sobre uno de los grandes temas tabú: la menstruación. Para Johana Herrera, líder del Colectivo Alas, si algo espantoso como los feminicidios han sido naturalizados, hablar sobre algo realmente natural, como la menstruación, no debería ser un problema. La puesta en escena simula un juzgado, con un público escandalizado, que señala la menstruación como un delito.
Narrarte aparece como un rescate, como un cambio de narrativa que acerca al juego y aleja la imposición del mundo adulto. Crean un mundo propio que es muy divertido, lleno de risa, donde incluso los grandes maestros se comportan como niños. En medio de una crisis global de salud mental, que tiene como principal víctima a personas jóvenes, la terapia narrativa se vuelve una herramienta para liberar a la gente de culpa, para encontrar puntos comunes en las vivencias individuales, para abrirle espacio a la escritura y las artes como lenguaje universal. Para contarnos diferente y ser capaces de encontrar caminos alternativos. Y aplicar, como dice Carlos, “la comunicación para ser felices. Y la narración para que la gente no muera”.
(*) Periodista de Dejusticia
Este artículo hace parte del especial #TejidoVivo, producto de una alianza periodística entre el centro de estudios Dejusticia y El Espectador.