La organización nariñense Corporación Chacana ha procurado trabajar a favor del empoderamiento de los Awá. |
Una organización que apoya a los Awá
Por: Dejusticia | Mayo 20, 2023
Por Carolina Mila*
Un pueblo en peligro de exterminio
Edisson Canticus es un joven Awá de 30 años del resguardo Nulpe Medio Río San Juan. La suya ha sido una de las comunidades étnicas más afectadas por el conflicto armado.
Por la época en que Edisson nació, en los noventas, el territorio Awá, ubicado en Nariño y una parte del Putumayo, empezó a ser asediado por grupos guerrilleros en busca del control de la zona, atraídos por su cercanía con el océano Pacífico (ideal para el tráfico directo) y la concentración de cultivos ilícitos.
Al menos tres fallos de la Corte Constitucional reconocen la vulnerabilidad de los Awá y exigen su salvaguarda, incluyendo el Auto 174 de 2011, que decreta medidas cautelares para su protección. Pero la situación es compleja. “No ha sido fácil vivir aquí”, cuenta Edisson. “Hay que cuidarse, no meterse con nadie, tratar de ser neutral para no tener enemigos”. A lo largo de los últimos treinta años los Awá han sido víctimas de homicidios, masacres, desplazamientos y confinamientos, así como la integración a la fuerza de miembros de su comunidad a los grupos armados.
En el 2013, mientras Edisson terminaba su bachillerato en el municipio de Ricaurte, su resguardo vivió un confinamiento por los enfrentamientos entre el Ejército y la guerrilla. Toda la comunidad se concentró en un solo punto por varias semanas. El gobierno llevaba alimentos y los entregaba. “La gente corría, se escondía, era complicado”, recuerda.
En medio del conflicto, sin embargo, los Awá siguen resistiendo. Edisson no ha querido dejar de estudiar y además de graduarse del colegio hoy cursa un pregrado en administración financiera y una especialización en formulación de proyectos. “Hay mucho trabajo por hacer aquí”, explica. Dentro de sus proyectos, Edisson tiene en mente revivir el colectivo de comunicaciones y la emisora de la que fue director en el colegio, bajo la directriz de la organización social Chacana, que se ha dedicado a apoyar a la comunidad Awa desde el 2011.
“Esa fue una iniciativa muy útil”, recuerda Edisson “Salíamos a los resguardos a investigar y a hablar con nuestros mayores sobre nuestros saberes, para hacer piezas para la emisora”. Varios jóvenes que hicieron parte del proyecto siguieron formándose en temas de comunicación, incluido Edisson, quien luego realizó un diplomado con la Unión Internacional de Telecomunicaciones.
“En el territorio, cuando la gente va a cazar o a trabajar la tierra, conversa y habla de sus historias, explica Iván Rodríguez, abogado de la Universidad de Nariño y miembro de la organización Chacana. “Y el desplazamiento rompe ese intercambio intergeneracional. La idea del programa radial era devolverles a ellos su rol de protectores de sus tradiciones”.
Para Lina Rondón, directora de la organización Las Paces, una de las dificultades para la atención de las vulneraciones a los Awá es la distancia con la capital y el difícil acceso al territorio. “Al final, estas terminan siendo más compensadas por organizaciones locales como Chacana, que por el mismo gobierno nacional”, añade.
La importancia de empoderar a la comunidad
El origen de la organización Chacana se encuentra en el seno de un grupo de ocho amigos de distintas carreras de la universidad pública, que compartía el mismo interés por la protección de las comunidades indígenas y sus saberes, y una afinidad especial con el arte y la naturaleza. “Teníamos el sueño de una sociedad diferente”, recuerda Ximena Ordóñez, Ingeniera Industrial de la Universidad Nacional y una de las fundadoras del grupo, “con menos conflicto y menos afectación por la guerra”.
El grupo decidió llamar a su organización “Chacana”, en honor a uno de los símbolos quechuas más importantes: una cruz cuadrada que también es una constelación y para los indígenas de los Andes representa el equilibrio entre los opuestos, lo femenino y lo masculino, lo divino y lo terrenal.
El primer proyecto que Chacana desarrolló con los Awá fue financiado por la cooperación internacional en el 2011, y buscaba ayudar a fortalecer las coordinaciones de mujer y familia de la organización Unipa (Unidad Indígena del Pueblo Awá) y Camawari (el Cabildo Mayor Awá de Ricaurte). “La idea era que las mujeres aprendieran sobre sus derechos y fortalecieran sus capacidades para el liderazgo y el trabajo comunitario”, cuenta Mercedes Villota, socióloga de la Universidad de Nariño y actual representante legal de la organización.
Pero entrar en contacto con la comunidad fue más complejo de lo que imaginaron. Visitar los resguardos les implicó a menudo varias horas de caminata por el piedemonte costero –a veces hasta 9 horas a pie– así como repensar sus estrategias una vez entraron en el territorio. “Ellos estaban pensando en sus cultivos, sus animales, si iba a llover o no” recuerda Iván, “entonces era muy complicado llegarles con clases magistrales sobre los derechos”.
También notaron que los Awá vivían en un estado constante de miedo y era esencial construir lazos de confianza con ellos. “Nos dimos cuenta de que era importante conocerlos en sus espacios cotidianos, como la cocina, y el trabajo en el campo”, cuenta Mercedes. “Así como en sus recorridos por el territorio, una actividad que resulta central en su vida y su cultura”.
Los integrantes de Chacana también echaron mano de herramientas que conocían de las artes y el teatro para realizar sus talleres. Indagaron en la cosmogonía y los mitos Awá y usaron técnicas del clown así como títeres para explicar asuntos como la consulta previa, y enseñarles a hablar en público y sostener la mirada. Poco a poco se fueron ganando la confianza de esta comunidad, con la que seguirían trabajando en distintos proyectos hasta el día de hoy. Y con la que seguirían explorando y aprendiendo distintas formas de hacerlo.
Líderes que replican el trabajo
Cuando Chacana llegó al territorio, Doña Doris Gamez* aún se encontraba haciendo el duelo de su esposo asesinado por las Farc nueve años atrás. En ese momento, y después de haberse aislado a raíz de la tragedia, a sus 42 años, decidió empezar asistir a los talleres de la organización. “Me gustó la idea de enfocarme más en la comunidad”, cuenta. “Porque había estado muy metida en el hogar”.
Doris recuerda especialmente la cartilla del “Gran Canasto”. Un manual que Chacana realizó junto con la comunidad, que usaba la analogía del tejido de un canasto para explicar los derechos de la mujer, así como la violencia de género. Las asistentes al taller también aprendían cómo explicarle la cartilla a otras mujeres de otros resguardos.
Doris estuvo con Chacana un par de años y luego siguió trabajando por su cuenta. Sin saberlo, su compromiso ha inspirado a otras mujeres Awá incluidas sus propias hijas: Doris dice que no olvidará el día que al regresar de una visita a otro resguardo, su hija menor le comunicó que quería seguir estudiando. “Había quedado impresionada con el taller que yo había dado y cómo la gente se había expresado y me dijo que quería ser sicóloga para ayudarlos.” Y hoy su hija se encuentra en ese camino para lograrlo.
A sus 54 años, Doña Doris acaba de terminar su bachillerato y ahora se encuentra haciendo un técnico en primera infancia. Últimamente se ha dedicado a hacer incidencia ante un problema con el tubo trasandino que produjo un derrame de crudo en el río. La comunidad está trabajando en una demanda con la ayuda de una organización de abogados, aunque esto les ha valido varias llamadas de amenaza.
Por su parte, Doña Isabel Linares*, quien era la consejera de mujer y familia de la Unipa cuando Chacana llegó al territorio, afirma que el acompañamiento que la organización les hizo en el tema de género fue muy bueno. “Antes no se hablaba de violencia de género. La mujer se callaba. No sabíamos diferenciar las distintas clases de violencia y ellos nos fueron explicando”.
Con el apoyo de Chacana además, la exconsejera realizó en ese momento la gestión de un espacio especial para las mujeres que aún sigue en pie: “La casa de la mujer Awá”, para las víctimas de abuso sexual y el maltrato en el marco del conflicto y la vida familiar. La casa también es un espacio para que las mujeres se reúnan en confianza, así como un estadero de paso para todas las que deben viajar de un resguardo a otro para realizar actividades de fortalecimiento organizativo como las realizadas con Chacana.
Al igual que Edisson, Isabel y Doris saben que la situación es difícil pero que no pueden quedarse con los brazos cruzados. Aunque las condiciones en el territorio no han mejorado, sino que incluso empeoraron después del Acuerdo de Paz, –”ahora las disidencias presentan varios nombres y ni se entiende bien lo que está pasando”, asegura Isabel– saben que deben seguir adelante. Y agradecen el trabajo y apoyo de organizaciones como Chacana, sin el cual seguramente tendrían historias muy distintas para contar.
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*Nombres cambiados por la seguridad de los entrevistados.
(**) Escritora, periodista y colaboradora de Dejusticia
(***) Este artículo hace parte del especial #TejidoVivo, producto de una alianza periodística entre el centro de estudios Dejusticia y El Espectador.