Skip to content

Una semana en el Corazón del Mundo

Participantes y talleristas celebran el cierre del curso en Ikarwa, a las afueras de Valledupar. | Santiago Ardila

Una semana en el Corazón del Mundo

Durante una semana, un grupo de jóvenes indígenas de Colombia viajó a la comunidad kankuama de Chemesquemena para aprender sobre el derecho a la consulta previa intercultural. En esta crónica recogemos sus testimonios.

I

«Los mamos[1] cuentan que había un político, no recuerdo cómo se llamaba, que no le gustaba ni caminar. Por eso, siempre andaba en un caballo blanco bajo la sombra de los árboles. Mejor dicho, era como un rey. Avaro, avaro.

» Naktalatúa, Tío Conejo, el hijo más poderoso de la Madre Tierra, lo vio y se dijo “yo sí lo voy a poner a pisar el suelo, a hacer bajar de ese caballo”».

Luis Nuivita, indígena Kogui, ríe mientras cuenta la historia de Tío Conejo. Ha bajado de su resguardo a Chemesquemena, que es territorio kankuamo, para asistir toda la semana a un taller sobre el derecho a la consulta previa, libre e informada.

Los Kogui y los Kankuamos son dos de los cuatro pueblos indígenas que habitan la Sierra Nevada de Santa Marta, famosa por ser el mayor sistema montañoso costero del mundo. Por siglos, wiwas, arhuacos, kankuamos y koguis han pervivido a la conquista, a su campesinización y, en años más recientes, a los megaproyectos extractivos, de infraestructura y de turismo.

Sentado sobre una roca, Luis mira al cielo mientras intenta recordar los detalles de su cuento.

«Un día, Tío Político daba un paseo en su caballo cuando vio a Tío Conejo echado en el suelo, con su sombrero sobre el camino. Parecía que había atrapado algo con él.

» “¡Tío Conejo!, ¿qué estás haciendo?”, le preguntó Tío Político.

» “¡Shh! No me hables, no me hables…” le respondió Tío Conejo, sin dejar de mirar al suelo ni soltar su sombrero.

» Tío Político, ansioso por saber qué intentaba contener Tío Conejo, insistió hasta que este le respondió. “Hey, Tío Político, aquí hay oro. Cuando llegué, vi ese oro y lo atrapé con mi sombrero”.

» Como todo político ambicioso, Tío Político se asombró. “¿¡Oro!?”, gritó. “¿Y por qué no lo coges, Tío Conejo?”.

» “No, no, no… la herramienta que recoge ese oro la dejé en mi casa. Pero si me prestas el caballo, voy rápido y la traigo de regreso”, le respondió Tío Conejo con afán.

» Tío Político, como era ambicioso, aceptó bajarse del caballo, no sin antes dudarlo y quejarse. Tío Conejo le indicó que sostuviera el sombrero en el suelo, pues si lo soltaba, ese oro escaparía. Tío Político se apeó para tomar el sombrero mientras Tío Conejo andaba a todo galope en dirección a su casa…».

 

Corazón del Mundo

Luis Nuivita.

Luis, quien hace parte del Consejo Territorial de Cabildos Indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, CTC, cuenta, entre risas, la desgracia que le espera a Tío Político. Pero su historia no es un mero cuento y se relaciona con el notorio conflicto socioambiental que se vive en la Sierra, cuyo capítulo más reciente rodea al Decreto 1500 de 2018, redactado para cimentar el alcance jurídico de lo que los cuatro pueblos indígenas denominan la Línea Negra.

Luis rebusca en su memoria las palabras adecuadas. Mira de nuevo al cielo, esa es su forma de recordar. Le preocupa cometer alguna imprecisión, pues hablar de este tema puede tomar días enteros. De todos modos, continúa.

La Línea Negra es el nombre en castellano de Seshizha, un hilo espiritual que se conecta con el resto de los espacios sagrados del mundo. En kogui, Seshizha significa “Antes del Amanecer”, un sistema ancestral en el cual los ‘Padres Creadores’ instauraron el orden de todo lo existente, espiritual y material.

Seshizha no es una delimitación física, insiste Luis, no es una división política, como los departamentos. Es una circunscripción espiritual en la cual cada montaña y cada piedra tiene su función. Pensado así, la Sierra Nevada es una Casa Grande en la que habitan los cuatro pueblos, quienes tienen el deber de salvaguardar la montaña y el mundo con sus oraciones. Así que toda la Sierra, por su contenido físico y espiritual, constituye el Corazón del Mundo; la gran formación rocosa es el origen de poderosos hilos que la conectan con todos los territorios sagrados, ya sea en el planeta o en el cosmos.

Pero, a la vez, es un inmenso enclave con potencial productivo en el Caribe colombiano.

Por ello, antes de hablar del Decreto 1500 de 2018, es necesario pasar por Puerto Brisa, una inmensa obra de infraestructura, esencial en la exportación de carbón y otros minerales extraídos en los departamentos de La Guajira, Magdalena y Cesar.

En la Sierra Nevada no existe un territorio sagrado que no sea reconocido por algún pueblo; todos los lugares son respetados por wiwas, arhuacos, koguis y kankuamos. De modo que cuando inició la construcción del puerto multipropósito Brisa sobre el cerro sagrado Jukulwa, en el municipio de Dibulla, líderes de toda la Sierra acudieron a la Corte Constitucional en busca de su protección.

En ese momento, la Corte atendió las demandas de los pueblos por medio de la Sentencia T-547 de 2010 y llamó la atención al Ministerio del Interior, el cual había informado erróneamente a los inversionistas que en la zona del puerto no habitaban pueblos indígenas. También emitió órdenes para que se consultara a la población afectada por la obra, con la intención de proteger sus derechos culturales ante un perjuicio inminente.

No obstante, el puerto se construyó y los sitios sagrados que los indígenas intentaban proteger desaparecieron, con sus respectivas consecuencias ambientales. A pesar de la frustración y del dolor que sentían, los cuatro pueblos, acostumbrados a luchar por la protección de su territorio, se unieron para evitar que volvieran a pasar sobre sus mandatos y la protección de los delicados ecosistemas de la Sierra[2].

Por el colosal tamaño de la tragedia espiritual que se vivió en Jukulwa, decidieron ampliar la cantidad y descripción de los sitios sagrados contenidos en la Línea Negra, los cuales ya estaban definidos en las resoluciones 002 de 1973 y 837 de 1995. El problema de estos documentos era que, a pesar de demarcar ciertos lugares en los cuales los indígenas podían acceder para realizar sus ceremonias religiosas y pagamentos, no eran claros en acotar los límites reales de la Línea Negra, la cual se funda en nueve anillos espirituales surgidos del punto más alto de la Sierra, Gonawindúa o Pico Simón Bolívar.

Con esto en mente, el CTC se sentó a negociar con el Gobierno del entonces presidente Juan Manuel Santos. Por fortuna, ambas partes coincidieron en que las intervenciones en territorio indígena no podían ser inconsultas, lo de Puerto Brisa no podía ocurrir de nuevo. Para ello, había que definir los sitios sagrados uno por uno, como si se tratara de una demarcación de linderos.

Tras constantes negociaciones, el 6 de agosto de 2018, un día antes de que el Gobierno de Santos terminara, el Decreto 1500 fue firmado. Con su entrada en vigor, el Estado pasó de reconocer 54 sitios sagrados anotados en la Resolución 837 de 1995 a 348, y el Gobierno Nacional se comprometió a proteger los sitios contenidos en los nuevos límites.

Jaime Luis Arias, Cabildo Gobernador del pueblo Kankuamo, explica, con ritmo pausado, la importancia de este decreto. Asegura que el documento es compatible con la Ley de Origen, el fundamento político, organizativo y religioso de los cuatro pueblos de la Sierra, universal y previo a toda norma creada por las personas. Coincide con que el Decreto es una expresión del mandato de cuidar y garantizar la preservación de la vida en el territorio ancestral.

Jaime Luis habla desde Ikarwa, una comunidad arhuaca en donde el Estado prevé la construcción de la represa de Los Besotes: un embalse con el que se pretende abastecer de agua a la ciudad de Valledupar, en el departamento del Cesar, y que podría quedar en entredicho en la medida que avanza la implementación del Decreto 1500[3].

Ikarwa es una planicie de arbustos y árboles delgados. Es un bosque seco tropical, un delicado ecosistema característico del norte de América del Sur amenazado por el cambio climático. Entre los árboles y un cultivo de plátano guineo se vislumbra el centro poblado, un grupo de casas tradicionales en donde habitan los indígenas arhuacos.

Jaime Luis respira hondo y prosigue. «Hay muchas iniciativas que afectan al territorio ancestral. Lo importante, en este escenario, es que [con el Decreto] hay una responsabilidad del Estado de proteger y de redireccionar ese interés de la explotación hacia la conservación y el equilibrio de este ecosistema sagrado de los pueblos y del mundo».

Esa responsabilidad que tanto tranquiliza a Jaime Luis se ha vuelto un dolor de cabeza para quienes desean realizar actividades económicas a gran escala en la Sierra. Por ello, en 2019 se interpuso una demanda de nulidad contra el Decreto. Uno de los argumentos de la demanda es que aquel no pasó por un proceso de consulta previa.

Para Jaime Luis, esto no es cierto, pues la redacción del decreto se hizo junto al CTC. Para él, son los «sectores y actores interesados en afectar los derechos ancestrales de los pueblos indígenas [quienes] buscan dejar sin efectos el decreto». Y se apresura en responder: «aquí, más allá de [las decisiones de] unos tribunales, lo que está en juego es la vida misma de los pueblos, la pervivencia y la permanencia».

Por lo pronto, el Consejo de Estado no ha proferido sentencia, una decisión que podría cambiar la existencia de los cuatro pueblos indígenas de la Sierra. Al respecto, en 2020, Dejusticia presentó una coadyuvancia en la que se refutan los argumentos de la demanda. El documento constata jurídicamente que la consulta previa para expedir el decreto se hizo de manera correcta a través del CTC como cuerpo representativo de los pueblos de la Sierra y que los derechos fundamentales de otras comunidades étnicas vecinas no se vieron perjudicados.

Jaime Luis Arias

Desde Ikarwa, el Cabildo Gobernador del pueblo Kankuamo, Jaime Luis Arias, habla de la importancia del Decreto 1500 de 2018. Más atrás, los mamos lo esperan para conversar.

Pero ¿qué pasó con Tío Político que aún esperaba bajo el sol a Tío Conejo? Hay que volver a Chemesquemena, a la cuenca del Guatapurí, en donde Luis Nuivita culmina su historia.

«Pasaban las horas y Tío Político seguía, en pleno sol, a la espera de Tío Conejo. Empezaba la sed y el calor. Sin soltar el sombrero en el que resguardaba el oro, se asomaba por el camino para ver si Tío Conejo estaba cerca, pero no aparecía. Empezó a pensar que no llegaría y se le ocurrió meter la mano, rápido, bajo el sombrero, para que ese oro que tanto anhelaba no se le escapara.

» Ávido, metió la mano bajo el sombrero y apresó lo que allí había. Al tomarlo, sintió algo viscoso, una gelatina, así que lo apretó con más fuerza. Al sacar su mano, vio que estaba llena de popó, de la mierda de Tío Conejo».

Dice Luis que los mamos pueden durar 15 días, con sus noches, recitando las historias de Tío Conejo, quien se dedicaba a hacer el mal a todos los seres que habitaban la Sierra. Luego de reír con esta historia, su semblante se torna serio. Menciona que en este caso le enseñó su lección a Tío Político, pero que, de tanto hacer el mal, la Madre Tierra lo castigó quitándole todos sus poderes.

Para los mamos, continúa Luis, tanto Tío Conejo como Tío Político son una metáfora de la voracidad con que algunos hermanos menores[4], personas ajenas a los cuatro pueblos, arrasan con todo para conseguir dinero y poder. Una especie de recordatorio de lo que estarían dispuestos a hacerle a la Sierra y que, si no prestan atención, podría haber alguien de la comunidad presto a abrirles el camino.

 

II

En el suroriente de la Sierra Nevada de Santa Marta se encuentra la comunidad kankuama de Chemesquemena, un corregimiento de la ciudad de Valledupar. Aunque solo está a 1.100 metros sobre el nivel del mar, el viento helado que baja por la Sierra hace que su clima sea fresco.

Chemesquemena es reconocida por rondar el río Guatapurí y por ser la casa de Luis Fernando Arias, el ex Consejero Mayor de la Organización Nacional Indígena de Colombia, ONIC. Luis Fernando falleció el 13 de febrero de 2021 debido a las complicaciones respiratorias que sufrió tras haberse contagiado de Covid-19 en diciembre de 2020. Su cuerpo descansa en la tierra donde nació y su memoria permanece en algunos de los murales que lo retratan, siempre sonriente, en las paredes del corregimiento.

En Chemesquemena, Dejusticia encontró un lugar adecuado para realizar un taller de consulta previa intercultural. Jóvenes indígenas de toda Colombia se reunieron en el hogar de Luis Fernando para aprender acerca de una de las luchas más importantes que el Consejero Mayor dio en vida: que los pueblos indígenas sean consultados sobre sus territorios de acuerdo a sus creencias y modos de vida. Se hacía así un pequeño homenaje póstumo a su labor y a su papel dentro del movimiento social e indígena.

Corazón del Mundo

En Chemesquemena, el día comienza mucho antes del amanecer. En la foto, un hombre lleva caña recién cortada para alimentar a los burros y las mulas.

La consulta previa y el consentimiento libre, previo e informado son derechos propios de los pueblos indígenas, afrodescendientes, raizales y ROM, pues su ejercicio está conexo a otros derechos fundamentales, como el territorio, la vida y la pervivencia cultural. A través de la Constitución Política de 1991, Colombia se comprometió a proteger a estas poblaciones por medio de dos vías: la primera, a través de su contenido jurídico; la segunda, mediante el llamado bloque de constitucionalidad, en específico a la adopción del Convenio 169 de la OIT.

En Colombia, el proceso de consulta previa debe ser realizado por el Ministerio del Interior cada vez que el Estado o un tercero desee intervenir en un territorio étnico delimitado. Cuando dicha intervención conlleve cambios profundos o ponga en riesgo la pervivencia de las comunidades étnicas que integran esos territorios, la intervención solo podrá hacerse si el Estado cuenta con su consentimiento, libre, previo e informado.

Aunque la jurisprudencia que defiende a los pueblos y comunidades étnicas es robusta, su implementación ha sido compleja. Las causas son varias: que el Estado desconozca la opinión de los pueblos al tratar la Consulta como una mera formalidad para realizar sus intervenciones; la presencia y coerción de grupos armados legales o ilegales; las diferentes coacciones de tipo económico a algunos miembros de la comunidad, entre otras. Los conflictos están a flor de piel y es por ello que distintos líderes indígenas, como Luis Fernando y los jóvenes que llegaron a Chemesquemena, se han nutrido del derecho constitucional para defender sus territorios.

***

Es 29 de agosto de 2022. 14 jóvenes líderes y lideresas indígenas arriban a Chemesquemena. Al principio, los nervios y la curiosidad prevalecen en el ambiente, a duras penas recuerdan el nombre de sus compañeros y los talleristas. Sin embargo, mientras pasan los días, la camaradería florece en un grupo que se alimenta de los distintos saberes del taller. Los lugares de Chemesquemena se llenan de distintas voces y la palabra es compartida en la maloca[5], en las kankurúas[6], en la cocina, en el río y los pasillos de las casas. Las reflexiones alrededor del derecho a la consulta previa se escuchan más que otras.

Para alguien ajeno al tema de la consulta previa le será extraño que este sea un derecho exclusivo de los pueblos y comunidades étnicas. Sin embargo, es un poco más claro cuando se comprende que dichas comunidades solo pueden existir dentro de su territorio, y que su cultura es inseparable del lugar en que habitan, pues ahí hacen sus pagamentos, rezan, consiguen su sustento y “tejen la palabra”, como suelen repetir los indígenas.

Corazón del Mundo

En la ribera del río Guatapurí, los asistentes esperan el momento adecuado para tomar un baño. Mientras tanto, posan para la foto tras recibir las enseñanzas de los mayores kankuamos.

El territorio es un cimiento de la cultura pues, a diferencia de las visiones del mundo occidentales, que son antropocéntricas, “las ontologías indígenas se caracterizan por interactuar, de manera permanente, con otras especies, como las plantas y los animales”, como reza la Cartilla de Consulta Previa Intercultural de Dejusticia. Es por esa manera de entender el mundo que para los pueblos indígenas el acto de consultar es inherente a su cultura. Siempre se debe consultar a los mayores, a la naturaleza, a la Madre Tierra.

Tras una agotadora jornada de trabajo, el taller concluye temprano. Algunas personas salen de la maloca rumbo al río antes de que se asome el viento frío de la noche. No es el caso de dos personas que se quedan a responder preguntas.

En conversación con la abogada del pueblo ɨnkal Awá, Paknam Kɨma Pai, y el tata del pueblo Misak, Alexander Trochez Montano, entendimos la complejidad de los procesos de la consulta previa. Dice el tata Alexander que «nuestros abuelos nos han enseñado que usted debe preguntar […]. Hay consultas que debemos realizar a los mayores, a la naturaleza, al río, al páramo, al agua, a la montaña, pues nosotros tenemos a nuestros espíritus que nos defienden, nos salvaguardan».

Paknam, quien acaba de ganar una tutela para que las entidades del Estado rectifiquen su nombre en idioma propio, complementa: «en un principio, es ese permiso que debemos pedir, o esa asesoría, ese consejo que pedimos primero en nuestro territorio. […] Pero desde un punto ya más jurídico, de un punto como derecho, entendemos también que es una garantía constitucional que se ha venido reconociendo a los pueblos originarios, no solo porque el Estado o las empresas lo han querido así, sino porque también ha sido una lucha de resistencia frente al exterminio de los pueblos originarios».

Sin embargo, ambos aclaran que la consulta previa no debe ser confundida como un mecanismo de vía libre para la intervención en los territorios. De hecho, coinciden en que la consulta previa es fundamental cuando el Estado pretende tomar decisiones legislativas o administrativas que afectan su territorio, pero que puede llegar a ser un mecanismo contraproducente cuando se trata de ejecutar proyectos extractivos o de infraestructura.

Corazón del mundo

Paknam Kɨma Pai y Alexander Trochez Montano.

Paknam no se cansa de reiterar acerca del problema de consultar sobre estos temas. Ella es oriunda del departamento de Putumayo, cuya economía depende en gran parte de la extracción del petróleo. Sabe muy bien que el Estado y las empresas requieren de la consulta previa para poder realizar sus actividades, y que usualmente necesitan intervenir en lugares sagrados. Expresa que «muchas veces tenemos que ir a estos espacios a negociar cosas que para nosotros son innegociables, ¿no? Como que se va a explotar algo o que se va a extraer algo de nuestro territorio que consideramos sagrado». Por ello insiste en que la protección del territorio no se puede quedar en realizar la consulta previa, pero que las comunidades sí deben apropiarse de ese derecho y usar las herramientas jurídicas a su disposición.

La charla termina al ponerse el sol. El tata Alexander no logró bañarse en el río y lavar el cansancio del día. Aunque tendrá que esperar a la madrugada siguiente, concuerda en que la entrevista ha dado sus frutos.

En otra conversación, Amílkar Cuaical, un joven estudiante perteneciente al pueblo Pasto, de Nariño, explica que el derecho a la consulta solo puede ser ejercido si existe suficiente información y si la comunidad está atenta a lo que ocurre. Cita el caso de un proceso de extracción minero en la falda del Nevado del Cumbal que pudo ser detenido a través de la alerta constante por medio de los medios de comunicación propios: «[…] existen los canales de comunicación, emisoras comunitarias, también las redes sociales hoy en día. Y entonces, a toda la población… pues desde los mismos líderes, cabildantes, informaron y dieron a conocer que esto se estaba gestando. Así que toda la comunidad se manifestó. Incluso la misma naturaleza, que te debe sonar gracioso, la misma naturaleza también se manifestó».

Los pueblos indígenas se informan y manifiestan sus preocupaciones a los mayores y mayoras; las decisiones que se toman les permiten actuar como colectividad e incluso la naturaleza les indica el camino a seguir. La consulta previa no solo es un mecanismo preventivo, es una guía para la acción encaminada hacia la protección de la vida y lo que ellos consideran sagrado.

Floriberto Cánticus Bisbicus, quien también pertenece al pueblo ɨnkal Awá y ejerce como Consejero Secretario General de la UNIPA, insiste en que por ello la consulta previa debe ser intercultural; que no sea de la imposición de los saberes occidentales, sino que las cosmovisiones ancestrales sean tenidas en cuenta. Se toma su tiempo para responder y continúa: «yo considero, personalmente, que la consulta previa intercultural es fundamental, es importante porque como pueblo originario nosotros tenemos nuestros conceptos o nuestras rutas metodológicas, donde también realizamos esa consulta espiritual, consulta incluso a los seres [espirituales] que habitan en el territorio».

Floriberto Cánticus

Amílkar Cuaical y Floriberto Cánticus.

Adriana Velasco Muelas, estudiante de antropología del pueblo Misak, va más allá y explica que la consulta previa intercultural permite a las personas no indígenas pensar el territorio más allá del usufructo. Para ella, su correcta implementación «puede ser un mecanismo de transformación cultural, porque haría que se empezara a pensar en la posibilidad de sanar la tierra, de volver a pensar [sobre] qué es el territorio, y quienes confluyen y viven dentro de él. También permitiría reivindicar nuestros saberes, volverlos a recordar; algunos otros, fortalecerlos. Y también nos permitiría pensar en esta crisis que se viene, que es la crisis climática; una crisis social y cultural que puede afectar la pervivencia y la permanencia de los saberes que nuestros mayores han dejado. Y que eso es parte de un legado histórico que conservamos y atesoramos con mucha dignidad, pero también con mucho recelo ante el temor de desaparecer».


Relacionado:


Adriana siempre está en la búsqueda del equilibrio. Carga con ella algo de medicina, por lo menos algo de tabaco para armonizarse, y en sus diálogos propende ser el puente que equilibra las posturas opuestas. Por ello, cuando en uno de los talleres ofrecidos por la Escuela D[7] inició un debate sobre cuál debería ser el papel de las mujeres en los mecanismos de consulta previa, fue ella quien, con su discurso, permitió calmar los ánimos. Fue en una mañana nublada y fresca.

Una semana en el corazón del mundo

Los participantes del taller aprenden y discuten sobre lo aprendido en la maloca.

 

III

Aún no es medio día y el viento desciende, despacio, por las montañas que se imponen sobre Chemesquemena. Las nubes se agolpan entre los cerros, cuyas cumbres se disuelven en el cielo blanco. Metros abajo, en la maloca, las y los asistentes discuten sobre el papel de las mujeres a la hora de tomar decisiones en una consulta previa. La controversia es generacional, pues las mujeres jóvenes exigen mayor agencia política, pero algunos hombres mayores ven con desconfianza la materialización de esa autonomía.

En un momento se detienen a pensar en el vínculo que tejen las mujeres con el territorio y su incansable labor para protegerlo por medio de las labores diarias. Al menos, en ello hay consenso, existe una fuerza única en las mujeres indígenas. Se siente en su presencia, en su escucha, en su forma de cuidar, en sus voces. Por ejemplo, en las mujeres kankuamas de Chemesquemena, dicha fuerza también se refleja en su territorio verde, en las flores que decoran sus jardines, y en los juegos de pelota de las maestras y sus alumnas bajo los primeros rayos que alumbran la Escuela Primaria. Es la vitalidad de su liderazgo, su sabiduría y su sacralidad. Las mujeres visitantes ven en ellas otro ejemplo de pervivencia y alimentan su memoria de otras posibilidades de equilibrar la acción política con las actividades tradicionales en sus comunidades.

La señora Rosario es la Mayora de Chemesquemena. Su liderazgo dicta el respeto a los espacios sagrados, el cuidado de los hijos, de las tradiciones familiares. Casi siempre está tejiendo, porque así es como piensan las mujeres de la Sierra. «Los hombres piensan con el poporo[8]; las mujeres, con la aguja y el hilo», comenta. Durante la visita de los jóvenes participantes del taller sobre consulta previa intercultural, las mujeres kankuamas obsequian mochilas de fique a los visitantes; una de ellas les revela, «son los pensamientos de las mujeres kankuamas», y así se reciben.

Corazón del Mundo

Las mujeres expresan su pensamiento a través del tejido. En la foto, una mujer entorcha lana de chivo en un huso.

¿En qué piensan las mujeres de la Sierra? En la conexión con la Madre, en ese equilibrio de levantarse con los primeros cantos de los pájaros, antes de las luces rosadas de la aurora. Así lo manifiesta Rosa María Pacheco, una mujer Wiwa que ahora habita en territorio kankuamo. «Es un equilibrio distinto», comenta, «que no se puede sentir cuando se está en los espacios urbanos».

Para entrar en los sitios sagrados del resguardo, las mujeres kankuamas son quienes comunican primero, las que guían. «Deben quitarse los zapatos para saludar a la Madre». Así tiene que ser el reconocimiento sensorial del territorio: de un cuerpo humano a la humedad de la tierra.

Otro rol fundamental propio de su identidad es la sostenibilidad de la vida. Justo detrás de la maloca en donde se dicta el curso, las mujeres preparan los alimentos. Desde el fogón promueven la reunión, el intercambio de saberes y experiencias, la conversación, la cultura. Sin sus cuidados, el curso de consulta previa no es posible.

Una semana en el Corazón del Mundo

Desde hace varios años, Rosa María Pacheco se dedica a apoyar los rituales kankuamos para fortalecer a la Madre Tierra.

Debajo de esa maloca se juntaron varias lideresas indígenas: Misak, Awá, Cubeo, Pasto, Kamëntšá Biyá, Wayúu, Arhuaco, Inga, Wiwa… El mural de Luis Fernando Arias —quien fuera ex Consejero Mayor de la ONIC, y ahora, ancestro convertido en luz—, observa. Junto a su retrato, una inscripción recita “Hay que ser como el sol, brillar para todos”.

Dúnen Kaneybia Muelas, abogada y representante del pueblo Arhuaco, es una de las lideresas que resalta en este encuentro. Vestida con el atuendo tradicional arhuaco, se la ve tomando apuntes a cada momento. Con su voz acompasada y fuerte expresa que la consulta previa «es la posibilidad de que los pueblos indígenas expliquen por qué tienen otra forma de ver el mundo y por qué defienden ese diálogo de la naturaleza como la columna vertebral de la permanencia y supervivencia de los pueblos. Cuando se garantiza la consulta previa, [también defendemos lo que] significa vivir bien[9]».

Cuando Dúnen describe el cuerpo de las mujeres como el Primer Territorio deja claro que en las cosmovisiones indígenas no hay separación entre el cuerpo y la naturaleza. «Los humanos somos una representación de la naturaleza. […] En ese sentido, el cuerpo de las mujeres indígenas guarda su relación con los sitios sagrados, con el territorio», comenta en un espacio de receso del taller, al cual ha llegado junto a su hijo de tres meses.

Dúnen, cuyo nombre se traduce como “Tierra Fértil” en lengua arhuaca, destaca la posibilidad de ver reunidas a lideresas indígenas en una sola experiencia de aprendizaje, las ve como semillas de justicia para la Madre Tierra. Relata que «en el pasado no ha sido muy notable la presencia de mujeres indígenas en la consulta previa y vale la pena que cada vez más se incorpore la participación de las mujeres indígenas de manera clara, porque puede ser una gran fortaleza para argumentar por qué no queremos la intervención en nuestros territorios con proyectos extractivos».

La preocupación de Dúnen sobre la protección de los derechos de las mujeres indígenas también es compartida en el sur del país, en el vasto territorio de la Amazonía. Lo dice Carol González, del pueblo Cubeo, uno de los 27 pueblos que habita en el Gran Resguardo del Vaupés.

La conversación con quien funge como asesora de las mujeres de las asociaciones de autoridades tradicionales indígenas del Vaupés se da en uno de los espacios sagrados del territorio kankuamo: la Kankurúa, el sitio de reunión y reposo de las mujeres. Esta vivienda tradicional está hecha a base de barro y palma de bejuco. Los hombres no deben entrar a este recinto porque ellos tienen su propia Kankurúa. Ambas energías, masculina y femenina, se encuentran separadas. En medio de la conversación sobre las preocupaciones en torno a la desarmonización del clima y a la imposición de proyectos extractivos, menciona un tema neurálgico que ha violentado la figura de la mujer indígena:

«El conflicto armado, la presencia de grupos guerrilleros y la militarización de territorios indígenas en el Vaupés desde 1998 —el año de la toma guerrillera de la ciudad de Mitú— ha desencadenado una serie de violaciones contra los derechos de las mujeres, contra los cuerpos de las mujeres y contra la figura esencial de la mujer indígena. Militares han embarazado a niñas y jóvenes indígenas, quienes luego deben continuar sus vidas como madres solteras».

Dúnen Muelas

Dúnen Muelas y Carol González.

En Chemesquemena, las kankurúas están unos metros más arriba de la maloca. En su interior hay cuatro fogones en cada una de las esquinas. El fuego sagrado está ahí para que sus ocupantes se acomoden, dialoguen, recen y mediten. El humo crea una piquiña en los ojos, pero ofrece un calor que se siente en toda la piel, como si viniera del útero, de la sensación materna, de la seguridad, de la acogida, del entendimiento. Carol ve con esperanza la posibilidad de que las mujeres amplíen su horizonte educativo y político, pues la situación de las mujeres indígenas plantea muchos techos de cristal por derribar. Su identidad, ser mujeres e indígenas, las ubica ante las desventajas estructurales de dos sistemas de opresión: el patriarcado, y la discriminación étnica y racial.

Cuando se le pregunta por qué algunas mujeres prefieren no hablar en los espacios de consulta previa, así se les brinde la oportunidad, Carol lamenta que «en algunos lugares las mujeres son muy calladas porque no hablan español; porque sus oportunidades de acceso a la educación han sido limitadas, pues las familias […] prefieren darles estudio a los varones o a los hijos mayores; o porque las mujeres se casan muy jóvenes, tienen sus hijos y se dedican al hogar».

A esto también se suma el silencio ocasionado por la violencia física, psicológica y emocional, ya que las mujeres indígenas no hablan de sus sentimientos, de lo que quieren, de lo que les gusta, de lo que piensan. «Se centran en sus hijos», resume Carol. Y este silencio, que violenta su cuerpo y su entorno, también afecta su nivel de participación en los espacios públicos.

Aún no es medio día y las nubes se acumulan sobre las montañas. El viento frío desciende con mayor ímpetu y algunas personas se abrigan con sus chaquetas. En la maloca, el debate entre las jóvenes participantes y las personas más adultas continúa. El ambiente se ha hecho denso, pues para las lideresas es impensable relegar a las mujeres a las labores del cuidado; saben que el futuro de los pueblos indígenas también dependerá del ejercicio compartido y equitativo de los derechos políticos y territoriales.

Es hora de culminar la polémica y las alumnas concluyen que para evitar la amenaza a la pervivencia de los pueblos indígenas devenida de los proyectos extractivos la lucha no solo debe entenderse como una defensa territorial, sino colectiva, en conjunto con la sabiduría de las mujeres. Son las voces de las nuevas generaciones, desde su juventud y espiritualidad renovada, quienes invitan a volver al origen y que se hacen evidentes en este encuentro.

Es el caso de la joven abogada Ana Lucía Carolina Juajibioy Malte, indígena Pasto, del departamento de Nariño y, también indígena Kamëntšá Biyá, del Valle de Sibundoy, Putumayo. Carolina comenta que cuando se convocan los procesos de consulta previa solo asisten los hombres y no se tienen en cuenta las afectaciones diferenciadas de las mujeres en temas como los entornos libres de violencia y la soberanía alimentaria.

«Es importante que las mujeres indígenas nos reunamos en los resguardos y tomemos una decisión integral, en donde todas estemos de acuerdo, y sea una decisión que una persona o un grupo de representantes vaya a la consulta previa y diga “bueno, esto es lo que nosotras opinamos, esto es lo que nosotras decimos”», afirma Carolina con su voz dulce.

Si bien, la noción de una propuesta general sobre la consulta previa desde la mirada femenina es ambiciosa, es más una invitación a que cada pueblo incluya a las mujeres en sus protocolos de consulta previa, de acuerdo con las metodologías y formas de deliberación propias de cada territorio. Sobre todo, es una invitación para que las comunidades agudicen la mirada ante la labor de las mujeres, pues la legitimidad de su participación política y social yace en su sola presencia, en sus voces, en sus cuidados y su trabajo.

Adriana Velasco Muelas

Ana Lucía Carolina Juajibioy Malte y Adriana Velasco Muelas.

Esa fue la conclusión a la que llegó Adriana Velasco Muelas, mama espiritual del pueblo Misak, en la discusión de la maloca. Adriana resume en pocas palabras la encrucijada en que se encuentran las mujeres indígenas. «A las mujeres se les tiene muy en cuenta dentro de las cosmovisiones, como la figura de la Madre Tierra y como autoridades espirituales que han hecho todo lo posible para que pervivamos. Pero a sus herederas, a sus descendientes mujeres, no se les ha dado ese papel o ese espacio dentro de las comunidades, no se les ha dado la voz».

Adriana insiste en que los papeles tradicionales de las mujeres deben ser admitidos como fuentes de acción política y transformación social, pues mediante ellos pueden reconocer a las mujeres que ejercen la política en el quehacer cotidiano, en la labranza de la tierra, en la cocina para las grandes mingas[10]; se empeña en decir que no solo las mujeres que “hablan duro” hacen política.

Considera, además, que esos actos deben ser valorados y reivindicados como saberes para los procesos de consulta previa. «De ahí que ellas tengan muchísima más autoridad, incluso, para decidir los destinos de nuestras montañas, de nuestro territorio. Obviamente, en un diálogo armónico con los hombres, restableciendo, quizá, ese equilibrio que hemos perdido y que solamente se mantiene en el discurso».

El debate ha terminado. Tras una rápida merienda, el equipo se prepara para participar en otra sesión del curso de consulta previa intercultural. El río Guatapurí resuena a lo lejos y acompaña todas las conversaciones. El humo de los cuatro fogones que alimentan las kankurúas se concentra en sus cónicos tejados de paja. Un hollín infinito se acumula dentro de los techos e impide a la lluvia filtrarse en los recintos sagrados. Día y noche la techumbre emana un humo espeso que se hace más evidente cuando llueve. Aún no es medio día, pero ya se sabe que en la tarde lloverá.

Ikarwa

 

Adenda:

A pesar de que no revelamos las voces de todas las personas que integraron el curso, las reflexiones que mostramos en este texto se entrelazan con los diálogos elaborados en el territorio kankuamo. Por ello, queremos agradecer a quienes asistieron al taller: Adriana Velasco Muelas y Alexander Trochez Montano, del pueblo Misak; Amílkar Cuaical, del pueblo Pasto; Ana Lucía Carolina Juajibioy Malte, de los pueblos Kamëntšá Biyá y Pasto; Carol González, del pueblo Cubeo; Carolina Jacanamijoy, del pueblo Inga; Dúnen Muelas, del pueblo Arhuaco; Floriberto Cánticus y Paknam Kɨma Pai, del pueblo ɨnkal Awá; Gustavo Carrillo y Ricardo Gutiérrez, del pueblo Kankuamo; Luis Nuivita, del pueblo Kogui; Paula Valencia, en calidad de investigadora del Observatorio de Discriminación Racial (ODR); y Yiner Quiguantar, del pueblo Nasa.

Asimismo, agradecemos al equipo facilitador y docente de Dejusticia y aliadas: Diana Esther Guzmán, Diana Quigua, Paulo Ilich Bacca, Manuela Neu, Daniela Correa, Nathalia Sandoval, William Morales, Omaira Cárdenas Mendoza, Boris Delgado, Daniel Ospina, Jesús Medina, Paula Angarita, Rodrigo Uprimny y Sergio Pulido.

Esta crónica contó con la coordinación editorial de Mariana Escobar Roldán.


Las y los participantes

Escuela D

El equipo de la Escuela D

Escuela D

Powered by swapps
Scroll To Top