
La desfinanciación y desestimación de espacios multilaterales —por Estados Unidos, líderes autoritarios, los superricos— es un reto enorme. | EFE
Reivindicar el multilateralismo para un futuro común
Por: Christy Crouse, Abby Steckel | Julio 10, 2025
«Toda la isla parecía estar en llamas», recuerda un residente de la isla de Providencia cuando el huracán Iota la azotó en 2020, dejando miles de hogares, hospitales, iglesias y escuelas destruidos. Al otro lado del mundo, un migrante de Sudán del Sur intenta escapar de la inestabilidad política, la crisis humanitaria y el conflicto armado. En su camino hacia Europa, se encuentra con que se le niega el paso y es rechazado en medio del mar Mediterráneo.
¿Qué tienen en común las víctimas del huracán y los migrantes que se enfrentan a la falta de protección estatal de sus derechos humanos? Parte de la tragedia a la que se enfrentan estas personas se debe a los fracasos del multilateralismo. Aunque los debates en los círculos diplomáticos sobre los problemas globales y las múltiples crisis parecen lejanos e incluso inútiles, son vitales para lograr un progreso colectivo frente a la policrisis global.
El multilateralismo se enfrenta actualmente a múltiples retos, pero aquí nos centraremos en los que plantean dos actores: Estados Unidos y los súper ricos. ¿Cuáles son estos retos y cómo los abordamos desde la sociedad civil?
Estados Unidos y los súper ricos desafían el multilateralismo
El multilateralismo —la cooperación y la coordinación entre múltiples actores para abordar problemas comunes y alcanzar objetivos compartidos— es esencial para hacer frente a las múltiples crisis a las que se enfrenta el mundo. Uno de los casos más exitosos es el Protocolo de Montreal, un acuerdo global firmado en 1987 para proteger la capa de ozono mediante la reducción y eliminación de la producción y el consumo de sustancias que agotan el ozono. Un futuro sin colaboración multilateral podría tener resultados desastrosos para la humanidad; queremos proponer y apoyar un escenario de colaboración multilateral en el que la humanidad logre hacer frente a los desafíos globales.
El segundo mandato presidencial de Donald Trump está acentuando la erosión del multilateralismo. En su primer mandato como presidente, Trump alejó a Estados Unidos de muchas causas globales y de varios espacios multilaterales, como el Acuerdo de París, que es el instrumento internacional vinculante sobre el cambio climático. Estados Unidos también se ha retirado de otros foros, como el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la Organización Mundial del Comercio e incluso, en plena pandemia, la Organización Mundial de la Salud (ya ha iniciado el proceso para volver a retirarse). Por no hablar del cierre de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) por parte de Trump y Elon Musk, que cortó la financiación esencial para el trabajo de muchas organizaciones locales e internacionales. En general, Estados Unidos está retirando la financiación a muchos esfuerzos y foros multilaterales.
Aunque Estados Unidos es un país con los mismos derechos y obligaciones que cualquier otro miembro de las Naciones Unidas y otros foros similares, su responsabilidad desproporcionada en cuestiones globales (cambio climático, desigualdad, conflictos/armas, tecnologías), junto con su capacidad para financiar posibles soluciones, le confiere un peso considerable en el orden mundial. La actual política de «Estados Unidos primero» pretende poner fin a lo que el Gobierno considera una relación abusiva en la que Estados Unidos da mucho y obtiene poco. Además, la orden ejecutiva para revisar todos los compromisos con los organismos internacionales se basa en la suposición de que Estados Unidos puede replicar las capacidades de las organizaciones multilaterales y los bienes públicos globales.
Esto es poco realista y destruirá décadas de esfuerzos multilaterales para combatir los desafíos comunes. Trump y Musk no son casos aislados, sino parte de una tendencia de líderes autoritarios y personas «superricas» que comparten una narrativa que desprecia el multilateralismo. Se trata de una oligarquía internacional que parece considerar el multilateralismo como un obstáculo para sus ambiciones.
Los individuos superricos controlan empresas que ejercen un gran poder sobre la política exterior de sus países y las decisiones en espacios multilaterales, como las Naciones Unidas. En el caso de Trump, ya no se trata simplemente de que los superricos ejerzan su influencia desde los márgenes del poder: ahora, algunos de los más ricos, como Elon Musk, participan activamente en el diseño del poder. Lo que ha cambiado no es su capacidad para obtener beneficios, sino la naturaleza de su acceso.
Estas personas suelen buscar proteger y ampliar sus beneficios, lo que se traduce en el mantenimiento de las desigualdades económicas y las industrias extractivas, independientemente del impacto que esto tenga en las poblaciones y los territorios. Estas personas extremadamente ricas han influido con éxito en las regulaciones que favorecen a las industrias intensivas en gases de efecto invernadero, restringen la producción de medicamentos esenciales en favor de las empresas que conservan sus patentes y venden armas a Israel, a pesar de las atrocidades que este país sigue cometiendo en Gaza. Aunque existen acuerdos internacionales, estos se negocian de manera ventajosa por el poder de las economías del norte sobre los países extractivos, que son más propensos a aceptar sobornos para regular a su favor.
Vale la pena apostar por un nuevo modelo de multilateralismo
Los espacios multilaterales siguen siendo importantes, algunos más que otros. Por ejemplo, en septiembre de 2024, Dejusticia asistió a la Cumbre para el Futuro, un evento de alto nivel celebrado en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York. Allí, los Estados aprobaron el Pacto por el Futuro, un pacto que promueve el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Este Pacto y sus anexos buscan coordinar y financiar soluciones a diversos problemas, entre ellos las guerras, la tecnología, el desarrollo sostenible y el bienestar de las generaciones futuras. Sus objetivos son extremadamente generales, por lo que es difícil imaginar que sea posible coordinar y lograr los cambios que persigue.
Aun así, el espacio ayudó a articular un lenguaje común y algunos objetivos nuevos e importantes para los retos globales. Aquí vemos la importancia de las soluciones multilaterales: las causas de estos problemas y, por lo tanto, las soluciones a los mismos son de naturaleza colectiva, pero no se distribuyen equitativamente entre los países. Por eso son esenciales espacios como la Cumbre del Futuro para negociar soluciones y conseguir compromisos de los Estados para implementarlas.
Hay defectos que deben reconocerse en los espacios multilaterales: la falta de respuesta oportuna a los problemas; la falta de consenso; la falta de participación efectiva de la sociedad civil y de las personas afectadas; entre otros. Pero, aunque tienen limitaciones, lo fundamental es que los espacios multilaterales sigan existiendo y que haya mecanismos para dar seguimiento a las soluciones propuestas.
Entonces, ¿qué podemos hacer desde la sociedad civil para salvaguardar estos esfuerzos multilaterales, mientras actores como Trump los amenazan? Es importante reconocer los espacios multilaterales clave para priorizar y afirmar su importancia ante y junto con los gobiernos, buscando asegurar su legitimidad internacional.
Una forma de hacerlo es optar por ajustar el modelo actual de multilateralismo, creando un nuevo modelo que haga más favorables las condiciones de negociación colectiva para el Sur Global. Para ello, la sociedad civil debe seguir exigiendo formas de participar activamente en estos espacios, asegurándose de que su voz llegue a los responsables de la toma de decisiones. Sus mensajes son esenciales para orientar las decisiones en los espacios multilaterales en una dirección que priorice los derechos humanos, el bienestar de las poblaciones más vulnerables y la justicia social. También podría implicar un reajuste, por ejemplo, para crear y dar prioridad a determinados espacios regionales en los que se puedan alcanzar acuerdos de manera más eficiente y rápida (la coordinación entre Estados para responder a la migración, por ejemplo).
Las víctimas del huracán Iota, los migrantes que buscan protección y otras poblaciones afectadas por múltiples crisis en todo el mundo merecen protección y apoyo. La retirada de fondos y el rechazo de los espacios multilaterales —por parte de Estados Unidos, los líderes autoritarios y los súper ricos— supone un enorme desafío. Podría ser una oportunidad histórica para que el Sur Global redefiniera su papel en el orden mundial y reclamara un nuevo modelo de multilateralismo. Pero, sin duda, tendremos que seguir insistiendo en la importancia de los espacios y las soluciones colaborativas y participativas para asegurar nuestro futuro.
